Todas las figuras del toreo, sin excepción, comenzaron "jugando al toro" de pequeños con cualquier trapo. Lo confirmó Juan José Padilla mientras compartía los valores de la Tauromaquia con decenas de niños que en la mañana de ayer poblaron el ruedo de El Bibio gracias a la Fundación Víctor Barrio. "Hacíamos muletas y capotes con las telas que había por casa, luego tu hermano o algún amigo embestía para hacer de toro y toreábamos; así han sido los comienzos de todos nosotros", desveló el diestro jerezano que esta temporada dirá a adiós a los ruedos. El ciclón de Jerez fue el gran triunfador de la sesión matinal en el coso.

La plaza de El Bibio se llenó de muletas, banderillas y estaquilladores para los niños que, un año más, acudieron en masa a aprender de los profesionales los entresijos de la lidia. De cuatro a catorce años se repartieron las funciones: mientras los más pequeños dibujaban y pintaban láminas con motivos taurinos, los mayores confeccionaron garapullos y muletas. Para los rehiletes utilizaron unos palos alargados -como si fueran banderillas corta- que engalanaron con papel pinocho de colores y un arpón simulado. Triunfó el rojo del Sporting y también el azul.

Los niños y niñas de mayor edad pudieron crear su propia muleta, con unas telas de color rojo que recortaron con un patrón de cartón para darles forma redondeada por uno de los extremos. Luego les pusieron un estaquillador -palo de madera por el que se agarra la muleta- con la ayuda de Pepe López, que durante años acompañó al fallecido Víctor Barrio como mozo de espadas. "Víctor decía que la tauromaquia, más que defenderla, había que enseñarla; seguir con su mensaje, haciendo estos talleres es la mejor forma de recordarle", confesó Pepe López.

Una vez listas las telas, los pupilos tuvieron la suerte de ser instruidos por el propio Juan José Padilla, que toreó con ellos de salón. "Es importante la colaboración de todos los profesionales, por el bien de la fiesta", valoró Padilla tras fotografiarse y firmar autógrafos a todo el mundo. Un auténtico ídolo para muchos, como el joven Pelayo Martínez Fernández, de 11 años, que, pese a no querer ser torero porque "tendría mucho miedo", disfrutó con Padilla. "Le vi contento, pero triste porque se va a retirar y creo que tiene ganas de seguir en los ruedos", apuntó. Hubo niños de todas partes, como Rodrigo Tambutti Soto, de abuelos gijoneses, pero residente en Nueva Jersey, Estados Unidos. "Cada verano vengo a Gijón y, si tengo suerte, voy a los toros", reconoce.

Tras la clase práctica se sortearon varias entradas entre ellos. Marta Álvarez y Paula Díez fueron afortunadas, ambas tenían ganas de ver a Padilla torear tras una mañana inolvidable para los más pequeños.