El músico y poeta avilesino conocido como Lecter Bukosky vuelve a la escena local mañana jueves por la noche (21.00 horas, si la lluvia no lo impide) en el palacio de Camposagrado. Lo va a hacer, promete, como en sus orígenes, como hace ocho años: guitarra y voz, "Killer Poesía" de la buena. "Vamos a homenajear a todos los bares que, en nuestros comienzos, nos quisieron acoger", anuncia el músico que se esconde tras el nombre, la barba y las gafas de sol de un asesino de película. Conversa con LA NUEVA ESPAÑA en la redacción avilesina del periódico, tras una mascarilla, pero sin pelos en la lengua.

- ¿La de músico es una profesión de futuro?

-Ser músico es estar condenado a la pobreza. Salvo tres o cuatro artistas que han podido decidir que paran porque tienen hucha, todos los demás estamos en la pobreza, incluyendo los que se han bajado mucho el caché y, encima, están metiendo doscientas personas.

- ¿Todo es por culpa de nueva normalidad?

-Sí. Las restricciones han llevado al carajo a la industria de la música. Tengo amigos que iban de gira acompañando a grandes grupos vendiendo el "merchandising". Bueno, pues esa gente no puede salir: acaban el ERTE en septiembre, pero es que en octubre van a estar en las mismas. No se puede vender el "merchandising", no se puede no sé qué... No pueden, ni siquiera, pagar las entradas. Cuando se reduce el aforo pasa una cosa muy grave: se dispara el precio de las entradas. Si vais dos a un concierto y eso te cuesta 150 euros... Los que tenemos cuarenta años sabemos que no había conciertos gratuitos antiguamente, que teníamos que pagar por ver a los músicos, que era lo que había que hacer. La cultura del todo gratis nos ha mandado a todos a la mierda.

- Los conciertos de esta nueva normalidad, ¿pueden molar así de verdad?

-He visto esta última temporada grandísimos conciertos: al Cigala, a Ara Malikian, a "M Clan"... Me gustó verlos, porque son músicos enormes, pero no mola ir a los conciertos tal y como están organizados, pero hay que hacerlo. No mola nada, más si cabe, si estamos en uno de rock, que es donde tiene que haber sudor con sudor, donde tiene que transmitirse una energía... Ir a un concierto hoy en día es un ejercicio de resistencia. Lo que no puede ser es que venga la gente a tocar a Avilés y que haya setenta entradas sin gastar porque a última hora hemos decidido no ir al concierto.

- Eso el Ayuntamiento lo ha subsanado, ¿no?

-Pero es que parece mentira que no se les hubiera ocurrido que los conciertos son gratis y que así no hay manera de crear un público en estos tiempos que corren. Aunque no te gusta el grupo, tienes que ir... claro, si te gusta la música. Esto es un fallo de la virgen.

- Los artistas vienen en su versión destilada, ¿no?

-Normal. No puede venir la banda entero. Yo voy con el guitarra. Montar un espectáculo de sonido ahora tiene un precio baratísimo porque está todo parado en los almacenes.

- La normalidad, ¿va a ser así siempre?

-Es todo ridículo: el rasero de medir la cultura es distinto que el de los toros o el de los aviones. Hablo de la música, que es lo que conozco, pero también pasa a los actores, a los magos, a los pipas... Organizar un concierto es carísimo: reduces el aforo, subes los precios, te quitan la barra, que es fundamental para el rock... Y así seguimos.