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Mani, indómita y genuina

La península central del Peloponeso griego, poco frecuentada a pesar de su rico patrimonio, atrapó a escritores como Fermor o Chatwin

Mani, indómita y genuina

Los turcos apenas pudieron dominar esta sucesión de cerros que se precipitan desde el monte Taygetos sobre los golfos de Laconia y Mesenia, formando calas de una singular belleza. La península de Mani, en el confín meridional del Peloponeso, a dos pasos de Esparta y Mistras, sigue siendo un destino que exige del turista una entrega absoluta, que comienza por unas buenas dosis de paciencia para recorrer sus sinuosas carreteras. Como premio, obtendrá alguna de las vistas más asombrosas que puedan encontrarse en Grecia. Cada piedra y arroyo guardan "el recuerdo de una batalla, un mito, una anécdota campesina o una superstición", como decía el escritor británico Patrick Leigh Fermor, que aparcó aquí su nomadismo.

Sobre estas alturas se encastillaron los maniotas en sus pyrgos o torres, orgullosamente libres y entregados a sus guerras entre familias. Mani, la tierra de los laconios libres, a los que Augusto liberó de los espartanos, sufrió invasiones de visigodos y eslavos. Los Cruzados la arrebataron a los bizantinos, en el siglo XIII, y allí levantó Godofredo II de Villehardouin el Grande Magne, una fortaleza legendaria cuya ubicación exacta se desconoce, aunque pudo estar en la península de Tigani o en Porto Kagio. Más tarde se la disputaron venecianos y otomanos, e incluso España la poseyó de 1601 a 1614. Todos ellos dejaron huella en esta tierra ingrata en la que solo crecen olivos y chumberas, de una pobreza tal que sus habitantes se dedicaban a la piratería.

Otro viajero ilustre, el coronel William Leake, la recorrió a principios del XIX, por encargo de los otomanos, para reforzarla ante una posible invasión napoleónica. Por entonces, con apenas una veintena de pyrgi, Gytheio o Gitión, era la sombra de la animada ciudad portuaria que fue en la antigüedad. Allí, en la isla de Cranae -luego Marathonisi- ambientó Homero los escarceos amorosos entre Paris y Elena. Gitión es hoy una agradable villa marinera, con una pantalla de fachadas de regusto neoclásico. La ciudad está plagada de tabernas y marisquerías, y tiene largas playas.

Siguiendo hacia el sur se llega a Passavas, una antigua fortaleza donde se cree que estaba la antigua Las, mencionada por Homero en la Ilíada, y donde se instalaron los españoles. Y un poco más abajo, Skoutari, la antigua Asine, con una preciosa playa de aguas cristalinas. Más al sur, Kotronas, también citada por Homero, y Kokkala, un apacible rincón al borde del mar. Esta parte oriental de Mani, conocida como Kato Mani o Baja Mani, es la más escarpada y menos poblada. La carretera corre encajonada entre las montañas y los acantilados hasta llegar a Lagia, una típica aldea maniota, con sus torres y casas de piedra. En plaza está la iglesia de la Madre de Dios (Theotokou), y justo enfrente, un curioso restaurante, "To Koinotikon", que regenta con sus hijos un pappas o sacerdote ortodoxo, que bautiza a los niños en la cercana playa de Marmari.

Desde Lagia, la carretera baja vertiginosamente hacia Porto Kagio, Psamathous para Pausanias, Porto Quaglio para los venecianos y Port des Cailles para los Cruzados. Jugó un gran papel durante el primer movimiento independentista griego, ese extraño episodio que fue la revuelta de Orlov, en 1770. La experiencia de una frasca de vino blanco (lefko krasí) en una mesa a pie de playa (en la terraza del restaurante Ippocambos), disfrutando de las vistas de esta bahía circular, es inolvidable. Casi al lado está el cabo Tenaro. Aquí estaba la entrada del Hades, en una cala de aguas de zafiro, como bien describió Fermor. Al llegar a este paraje, los ojos se van hacia las ruinas de un templo de Poseidón. Si uno se adentra por el camino hacia el cabo, se dará de bruces con los mosaicos de una villa romana. Tras una caminata de media hora por una ruta con unas vistas aéreas impresionantes, se llega al faro. Más al sur no es posible llegar, por lo que urge dirigirse al norte.

Tras dejar atrás el cabo, se llega a Vathia, posiblemente la aldea más fotografiada de Mani. Sus imponentes torres, la mayor parte en ruina, merecen una visita. Aquí se vivió una de las últimas guerras entre clanes. Siguiendo hacia el norte se llega a Kyparissos, flanqueada por calas de belleza extrema (Kapoi, Almiros, Sarolimeni y la propia Kyparissos), y en la que se pueden visitar, entre olivos, los restos de la antigua Kenipolis o Cenépolis. Siguiendo hacia el norte se llega a Gerolimenas, un coqueto puerto de aguas de color esmeralda. De Gerolimenas a Mezapos, esta parte de Mani se conoce como Cabo Grosso, o también la Tierra del Mal Consejo, donde abundan los pueblos con orgullosos pyrgi y pasado violento. También las abundantes capillas ortodoxas, algunas de ellas simples chozas, aunque con frescos que se remontan incluso al siglo IX. Más al norte, Pyrgos Dirou, en cuya playa un grupo de mujeres armadas con hoces aplastó una invasión de egipcios. Charia, justo al lado, es un pequeño pueblo con dos pyrgi restaurados con mucho gusto para el turismo. El pueblo está muy cerca de Areópolis, la ciudad de Ares, el dios olímpico de la guerra. La capital de Mani tiene un casco antiguo agradable, con numerosos estiatorios (restaurantes), como "To Mavromikhaliko". El nombre del restaurante hace referencia Petro Mavromikhalis, que inició aquí, en 1821 la revuelta que llevaría a la independencia griega.

Desde Areópoli, se llega a la impresionante bahía de Ítilo, que marca el límite de Exo Mani (Mani exterior, al norte) y Mesa Mani (Mani interior, al sur), y al pueblo de Limeni, con sus aguas cristalinas. Aquí tenía el bey Mavromikhalis su palacio. Limeni sea posiblemente el lugar más "in" de la península. Los italianos lo adoran. Hay que subir desde aquí a Ítilo, también citada por Homero. En la plaza hay una placa dedicada a un grupo de itiliotas que emigró a Córcega en el XVII. Napoléon decía descender de ellos. Al otro lado del cerro, la imponente fortaleza de Kelefa.

Aún queda el noroeste de Mani. Es mucho más verde. Hay pueblos muy antiguos, como Thalames o Lagkada. En la costa, Stoúpa, un animado centro turístico. Lo más llamativo es sin duda la tranquila Kardamili, con un pequeño y bonito puerto y una calle con comercios de cierta calidad. Los lugareños están en deuda con Patrick Leigh Fermor, que a finales de los sesenta se instaló cerca de aquí, en Kardamitsi, junto a su mujer. La casona en la que vivieron está ahora en obras, pero se puede nadar en la cala a la que bajaba la pareja. Por encima de Kardamili puede verse el Taygetos. Los pueblos que hay en sus laderas guardan también rincones mágicos, como la capilla de Agios Nikolaos, en Exochori. Aquí pidió el escritor Bruce Chatwin que depositasen sus cenizas, frente a la bella bahía de Kalamitsi y el apacible Mediterráneo.

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