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Bollinas friendo en la sartén, en Riberas.SARA ARIAS

Escapadas

Por San Blas, bollinas comerás en Riberas

Una dulce tradición en el pueblo que enamoró a Rubén Darío

De sobra conocido es el refrán "por San Blas, las cigüeñas verás". En Riberas (Soto del Barco) cambia un poco el dicho. Porque en este bonito pueblo a orillas del Nalón cuando llega la festividad del santo, patrono de los otorrinolaringólogos, es el momento de una dulce tradición: "Por San Blas, bollinas comerás".

Los fogones de las casas están a pleno rendimiento estos días para elaborar las ricas y famosas bollinas, que también se pueden comprar desde hoy y hasta el domingo en los dos establecimientos del lugar: el bar El Paraíso y la carnicería Del Naval. Su elaboración no es complicada, aunque todo depende de la buena maña en la cocina y de pequeños trucos que contribuyen a enriquecer el dulce. La masa es conveniente elaborarla el día antes y dejarla reposar durante la noche. Harina, agua, sal, levadura y un poco de vino blanco son los ingredientes a emplear y mezclar convenientemente. En el relleno no pueden faltar las nueces, junto al anís y el azúcar. La cantidad, a gusto del consumidor. No obstante, la receta cambia de una familia a otra y hay casas en las que prescinden del vino blanco o echan otros ingredientes.

Formar la bollina requiere maña: estirar bien la masa con un rodillo o una botella, distribuir en pequeños montones el relleno y cortar alrededor y sellarla bien con la ayuda de los dientes de un tenedor, que también le dan un sencillo toque decorativo. Luego, a freír. En Riberas apuestan por el aceite de girasol, más suave que el de oliva, lo que contribuye a realzar el dulzor. Eso sí, el aceite debe estar muy caliente. Y no hay más. Queda espolvorear con azúcar o canela, esperar a que enfríe un poco y llevársela a la boca con un buen café o, por qué no, una copa de vino dulce.

La asociación "El Trichorio" elabora el programa festivo (mañana por la noche verbena en la carpa y el domingo, a las 12.30, misa de San Blas) para la fiesta de un pueblo que cautivó a Rubén Darío a principios del siglo XX (el poeta pasó algunos veranos en una casona del barrio de Monterrey) y presume de un espectacular conjunto de edificaciones indianas.

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