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Italia y Bulgaria presumen a medias de arte e historia

Matera y Plovdid, seductoras y desconocidas capitales europeas de la cultura

Matera y sus sassi

Italia se ha llevado este año la mitad de la capitalidad de la cultura en Europa. Pero no con una de sus ciudades mundialmente famosas, sino con la que es, quizás, una de las grandes desconocidas y que a buen seguro lo dejará de ser en 2019: Matera. Son poco más de 60.000 las personas que viven en este enclave de la lejana región sureña de Basilicata, la histórica Lucania.

Al que quiera conocerla enseñará en todo sus esplendor su joya patrimonial: los sassi de Matera, que hunden sus raíces en la prehistoria y son sencillas casas -más bien cuevas, aunque en la actualidad están cómodamente acondicionadas- labradas en la piedra. Son su centro histórico, en torno al cual gravita todo, declarado en 1993 Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.

Hasta que llegó tal reconocimiento -el primero que obtuvo el sur italiano- hicieron falta muchos años de trabajo para sacar los sassi de la pobreza en la que estaban sumidos y donde personas y animales convivían hacinados sin ningún tipo de control. Su declive en los años 30 fue retratado por Carlo Levi en "Cristo se paró en Éboli" , una estampa que nada tiene que ver con la Matera del siglo XXI, moderna y un destino turístico capaz de cautivar a los más exigentes.

Hay que pasear entre los sassi: está el Sasso Caveoso, el más antiguo, donde están las iglesias rupestres; y el Barisano, de aire más barroco. La ciudad alta es la moderna, cruzada por la animada vía Bruno Buozzi a la hora de la "paseggiata", con numerosas tratorías de sugerentes terrazas en las que no faltan las típicas "orecchiette" (orejitas de pasta). El programa para celebrar la capitalidad cultural es amplio e intenso. A reseñar, las exposiciones, como "Mater(i)a P(i)etra" de fotos, que compara la italiana con la ciudad jordana de Petra, unidas por la piedra. El pasaporte/abono Matera 2019 es la forma más fácil de disfrutar de todo, que no es poco: un programa de 48 semanas, con más de 800 artistas (música, teatro, danza, cine) de todo el mundo.

Si queda tiempo, al menos hay que reservar un día para ir hasta Craco, el pueblo fantasma abandonado por los continuos terremotos, y hasta la coqueta Bernalda, la patria chica de la familia Coppola y donde el director abrió un hotel de lujo, el Palazzo Margherita: aquí su hija, la cineasta Sofia, celebró su boda a la italiana con vistas al golfo de Taranto.

Las 7 colinas de Plovdid

Pocas veces la etiqueta de “gran desconocida” se ajusta tan bien como en el caso de Plovdiv, la segunda ciudad de Bulgaria con algo menos de 350.000 habitantes. En España el nombre suena a chino, y hasta que no se llega a ella no se cae en la cuenta de la riqueza histórica y cultural que posee, amén de un gran ambiente, especialmente joven.

Los tesoros patrimoniales de Plovdiv se remontan más atrás, pero son especialmente destacados los de la época romana. Por ejemplo, un espectacular teatro conservado como pocos bajo una colina, hasta que las obras de una de las arterias del tráfico local lo sacaron a la luz en las últimas décadas del siglo pasado. Escenario privilegiado de gran parte de la actividad cultural local, puede presumir de tener asientos enteros, numerados y hasta con el nombre del abonado que lo ocupaba entonces.

No menos impresionante resulta el circo que se extiende a lo largo de la principal calle comercial, Príncipe Alexander I. Uno de sus fondos se puede visitar al aire libre, muy cerca de la mezquita local. Para observar otro tramo hay que bajar al sótano de un centro comercial. Sí, han leído bien.

Los paseos por Plovdiv siempre son agradecidos, y hay varios montículos a los que subir para deleitarse con las vistas (es conocida como la ciudad de las siete colinas).

La programación para festejar la capitalidad cultural europea es amplísima y muy variada.

En ella llaman la atención, por su belleza, la representación de “Medea” en el teatro romano y, por su valor simbólico, un festival de música que reivindica el espíritu europeo, el “Brexit Blues”.

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