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Escapadas

Un albergue de lujo para peregrinos VIP

"Aprender a disfrutar de no hacer nada", su lema l A Quinta da Auga se erige en una antigua fábrica de papel de trapo

Las Luisas cuidan con esmero el jardín de la Quinta. AYC

En las orillas del Sar de Rosalía y a tan solo tres kilómetros en línea recta de la catedral de Santiago de Compostela se erige una antigua trapería reconvertida por dos mujeres, Las Luisas, madre e hija, en un coqueto e idílico hotel ecológico al que peregrinan acaudalados caminantes procedentes de Estados Unidos, México o Brasil. "Todos tienen la intención de visitar al Santo", explica Luisa Lorenzo, directora de este lujoso establecimiento, el único Relais & Châteaux de Galicia, encallado en un silencioso bosque verde de robles centenarios, solo suavemente alterado por el relajante rumor del afluente del Ulla.

El conjunto de la finca, que en el siglo XVIII acogió una fábrica de papel de hilo, ha logrado situarse entre los 17 mejores hoteles de lujo del mundo en la prestigiosa lista que elabora el norteamericano Andrew Harper, una especie de guía Michelin, especializada en descubrir los encantos de los complejos turísticos más glamurosos.

Los peregrinos que llegan A Quinta da Auga lo suelen hacer tras haber recorrido primero durante semanas otras ciudades de Europa y España para concluir su viaje con la recompensa compostelana que las autoridades eclesiásticas otorgan desde el siglo IX a los que recorren a pie al menos 100 kilómetros del Camino para visitar la tumba del Apóstol. "Es cierto que muchos de los que se hospedan aquí no han realizado esa caminata", admite Lorenzo, "pero ansían con el mismo fervor religioso o espiritual que los que la han hecho entrar en la catedral", asegura frente a una chimenea encendida del siglo XVIII que caldeaba las estancias de aquella vieja trapería donde se fabricaba papel para la Iglesia y para la prestigiosa Universidad de Santiago.

En aquella imprenta, el papel, hoy tan cuestionado por los ecologistas, se elaboraba con paños, harapos de algodón y lino de los peregrinos, mediante un complejo proceso de hervido y golpeo en molinos que aún mantienen los canales en pie en esta casa para sacar las fibras. Surgía de ahí una pulpa que aplastada sobre un tamiz era secada y presionada para obtener el papel de hilo.

Tras el ocaso del negocio del papel de trapo, la fábrica fue destinada a aserradero, luego elaboró cerveza y fue abandonada en la década de 1960 tras haber sido durante años el lugar donde se fabricaba hielo.

Derruidas las paredes de piedra de la finca y engullida por la maleza de este frondoso paraíso, los padres de Luisa Lorenzo, la arquitecta Luisa García y el promotor y filósofo José Ramón Lorenzo se liaron la manta a la cabeza y en vez de apostar por una jubilación tranquila compraron el terreno en 2003 con la romántica idea de levantar sus paredes y abrir un hotel de lujo, cuyo spa, reconocido también como uno de los mejores de Europa, está destinado al mimo del cuerpo.

"Queremos que nuestros clientes aprendan a disfrutar de no hacer nada", explica Luisa Lorenzo en la biblioteca donde chispea relajante la chimenea.

Tras seis años de arduos trabajos, Las Luisas inauguraron su hotel en plena crisis económica sin caer en ningún momento en el desánimo. Hoy cumplen ya diez años de la mano de la prestigiosa marca Relais & Châteaux con el encanto por bandera y una apuesta gastronómica centrada en los sabrosos manjares gallegos.

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