El miércoles se bebió palo cortado de Los Caireles, una partida especial de Sanlucar de Barrameda, junto a otros generosos y añadas, en La Corte de Pelayo, el restaurante ovetense que gracias al empeño de Héctor Peláez más se identifica con los vinos del Marco. Entre ellos, una manzanilla saluqueña Sacristía AB Saca 16 de una selección de 2019; otra pasada de Maruja, de entre ocho y diez años; un fino en rama de Gutiérrez Colosía, con una singular impronta en la nariz; otro en rama de Urium; un tercero de La Barajuela 2016, sorprendente y difícil de clasificar incluso dentro del marco jerezano , y un un amontillado El Tresillo para quedarse a vivir con él. De la selección de las añadas, Mirabras 2016, de Sanlúcar; también La Bota de Manzanilla nº82, de Navazos, y un fino en rama Jaleo 2010 de Williams&Humbert, de Jerez de la Frontera.
La Corte de Pelayo persiste en su idea de convertirse en una referencia, no ya solo en Asturias sino el norte de España, de los vinos generosos andaluces. Muy por encima del aprecio que, por lo general, se les tiene en la propia Andalucía.
Volviendo al palo cortado, no existe una manera reglamentada de elaborarlo, cada bodega maneja una fórmula diferente para conseguir el suyo. Aunque haya podido tener una fase de crianza biológica, ha sido relativamente corta y el periodo de crianza oxidativa notablemente superior, con lo que los recuerdos de su fase bajo velo resultan casi siempre más lejanos que los de su vinosidad e intensidad como oloroso. El Consejo Regulador lo define así: "Es un vino de color caoba brillante, aroma avellanado, paladar seco, equilibrado, elegante y muy persistente. Conjuga las suaves, delicadas y punzantes características del amontillado y el cuerpo y la nariz del oloroso. Su graduación oscila entre los 17 y los 22 grados".