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Relamido retrato biográfico

H ace tiempo que el cine de Fernando Trueba ha quedado encapsulado en algún lugar indeterminado y sus películas parecen suspendidas en un tiempo muy pretérito.

Tras el descalabro de La reina de España, regresa con la adaptación de la novela de Héctor Abad Faciolince dedicada a su padre, médico y activista colombiano que luchó por la sanidad pública hasta que finalmente fue asesinado.

Forzosamente el acercamiento tenía que ser respetuoso, a modo de oda ensalzadora.

Y así es, en efecto. Solo que las teclas que se pulsan no son las adecuadas. Trueba practica el relato familiar, y lo hace como si fuera un émulo de Alfonso Cuarón en Roma, con muchos planos secuencia a modo de coreografías corales que se repiten hasta la extenuación.

Así, su intento de capturar la vida doméstica se convierte en un tedioso ejercicio de estilo impostado que intenta ser emotivo y termina convirtiéndose en empalagoso y cargante, en parte por la terrible partitura de Zbigniew Preisner (sí, el gran compositor de las películas de Kieslowski) que se encarga de subrayar emociones hasta donde no las hay.

El olvido que seremos se convierte así en una reconstrucción histórica un tanto acartonada, lastrada por la afectación.

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