Ni la artística mirada de Julian Schnabel sobre Palestina en «Miral» ni la sinfonía emocional escrita por Haruki Murakami en «Tokio blues» y comprimida para el cine por el vietnamita Anh Hung Tran convencieron en la Mostra de Venecia. Pese a las expectativas, o probablemente a causa de ellas, ambas películas decepcionaron en la competición oficial de Venecia.

En el caso del pintor y escultor estadounidense, su error resulta imperdonable en un artista de su dimensión: ha retratado Palestina con brocha gorda. En el de la adaptación de «Tokio blues» era más previsible que el mundo de Murakami, en el que conviven de manera orgánica y discreta la vida, el sexo y la muerte, se diluyera en su traslación en imágenes, una ambición que le quedó grande al realizador de «El olor de la papaya verde».

La empresa de Schnabel no era menos ardua: basándose en la historia de la periodista palestina Rula Jebreal, guionista del filme y también presente en Venecia, aspiraba a componer un mural equilibrado y profundo del pueblo palestino. «El conflicto tiene que acabar lo antes posible», dijo el realizador de «Antes que anochezca». Y citó a continuación a Jean Renoir: «El problema del mundo es que todos tienen sus razones». En estas dos frases resumía el espíritu de «Miral»: bienintencionada, sí. Artística, también. Pero encuadrada en un movimiento muy concreto: el naíf.

Apoyado en las interpretaciones de Freida Pinto, Hiam Abbass, Williem Dafoe y Vanessa Redgrave, así como en su portentoso sentido de la estética, Schnabel orquesta su manifiesto tolerante con tal pompa que sólo consigue que resuenen más alto sus carencias.

«Tokio blues» es un mapa de sensaciones que al traducirse en una cinta que ataja por imperativos del lenguaje acaban magulladas por el atropello. Tran, que en «El olor...» se mostró finísimo en los pequeños detalles, despliega una delicada planificación y confirma su pericia para las atmósferas, pero no puede evitar que los personajes queden descontextualizados y, en consecuencia, sus tormentos, sus deseos y sus goces se vean banales o, directamente, no se entiendan.

La ex «top model» Naomi Campbell desfiló por sorpresa junto a su pareja, el ruso Vladislav Doronin, por la alfombra roja del 67.º Festival Internacional de Cine de Venecia, como invitada al estreno del filme «Miral», de Julian Schnabel, que trata sobre el pueblo palestino. Campbell no figuraba en la lista de personajes famosos que ofrece cada día la organización del Festival de Venecia. Ataviada con un vestido largo de color oscuro, la ex «top model» recorrió el espacio que separa el principio de la alfombra roja del Palacio del Cine del Lido de Venecia de la mano de su pareja y sin intención de dirigir ninguna mirada a los fotógrafos, pero cuando escuchó los silbidos de un grupo de reporteros gráficos por no pararse a saludar Campbell fue a firmar autógrafos a algunos aficionados.