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La abuelez de Víctor

Se cumplen 50 años desde sus primeros éxitos, que calaron tanto en Asturias porque cantaba lo nuestro, con palabras de aquí, para toda España

Víctor Manuel.

En los 50 años que van desde "El abuelo Vítor" al Víctor abuelo pasó mucha agua bajo el puente de la Perra. En este tiempo, tuvo mujer, dos fíos, dos nietos, 48 discos y, estimo, más de 600 canciones que se buscan la vida para ser oídas y cantadas.

Hay un destilado de esos 50 años en este DVD de opiniones personales y familiares y de canciones esenciales grabadas en el concierto de Avín. Aquí tienen hora y media con Víctor Manuel servida por Emilio J. Ruiz.

Lo que cuenta "El abuelo Víctor" es la abuelez, un estado de golpe en el que se desenvuelve con la misma sensatez que se desenvolvió por la soltería, el matrimonio, la paternidad y la carrera, según nos dicen su mujer, sus hijos y sus amigos.

Es tal su asunción de la abuelez que Víctor Manuel acaba de sacar "El gusto es mío", un libro con recetas, con el que se convierte en el pionero de los recetarios del abuelo. Está bien que se visibilice a los abuelos cocineros frente a todos los chigres que solo ofrecen recetas de la abuela.

No sorprende que Víctor Manuel ande entre fogones porque, como los buenos cocineros y las amas de casa, no tira nada. Reutiliza las canciones, recicla los éxitos y reserva.

Reserva es una palabra enigmática de los recetarios.

Estás leyendo la receta con un cuchillo y una cuchara de palo, una tabla de cortar, tres pocillos, seis ingredientes, la puta harina esparcida por allí y dos fuegos a la vez, y cuando has acabado uno de los pasos dice la receta: Se reserva.

Se reserva.

Sabes qué es sofreír, escalfar, cortar en juliana, pero nadie explica qué es reservar. Después de quemar varios primeros platos he logrado deducir que significa dejarlo ahí y usarlo más adelante.

Veamos cómo hizo Víctor Manuel uno de sus mejores platos. Recogió en México, de manos de un asturiano, un poema del andaluz Pedro Garfias. Le puso una melodía, grabó la canción "Asturias", la reservó y diez años después hizo un himno con ella.

Cuando Víctor cantaba al abuelo Vítor yo estaba allí. Es un privilegio de la edad, no todo va a ser calva y achaques. En 1969 todo se volvió Víctor Manuel. Primero, "La romería"; después, "El abuelo Vítor" y para Navidad, "El portalín de piedra".

Las paisanas decían "qué rapaz más saláu" y los paisanos "tien fuelle". Era un asturiano en televisión y en la radio y cantaba cosas nuestras con palabras nuestras, como hacían Serrat con Cataluña y Andrés do Barro con Galicia.

De las canciones de obrero que sonaban entonces recuerdo "Rufo el pescador", de Manolo Díaz, que aventaba Massiel; "La noche del labrador", de Chico Buarque, que licuaron "Los 3 Sudamericanos", y "Se llamaba Manuel", de Serrat. La mejor era "El abuelo Vítor", que había sido picador y fumaba caldo, aunque no lu dejara la muyer.

Dicho esto, renací a Víctor casi diez años después, a los tres de que él volviera a nacer y tendiera el corazón al sol y luego "Luna" y "Ay amor", tres elepés magros, que contenían una historia de amor marginal, un tema mitológico, otro social o de protesta, una canción de crónica y otra "canción para Pilar", pero de talla universal que le servía a cualquier otra mujer... Escuchando aquellos discos recuerdo momentos en los que estaba más cerca de Víctor Manuel que ahora mismo, que lo tengo a dos metros.

Él, que venía de "La nueva ola musical" de Bobby Deglané, vio desde el éxito la nueva ola madrileña, convivió con ella y la sobrevivió. Los ochenta fueron la época victoriana española que tuvo un "mainstream" -una corriente principal- mejor educado, más social, más bondadoso y considerado. No creo que decir esto sea producto del "consenso progre" del que habla tanto el "disenso facha".

Un ejemplo objetivo y significativo, aunque sea tomado desde una perspectiva marginal. En 1986 Víctor y Ana lograron la canción del verano más difícil de todos los tiempos, con 52 versos que recorrían tres siglos de historia y contenían palabras como "insigne", "lacayo", "lanceros", "casaca", "fanfarrones", "insurgentes", lo que es una rareza entre tanto shalalalá, bikini de rayas y mami ¿qué será lo que quiere el negro? Míralos, "La puerta de Alcalá".

El fenómeno Víctor Manuel alcanza dos orillas, se extendió al repertorio de Ana Belén, a la producción de otros artistas, pasó a otros medios y formatos, produjo películas... Como es imposible contenerlo en folio y medio, regreso a su epicentro, que está en Asturias, donde hay una subespecie de paisanos que llevan toda la vida pareciéndose a él, un coro que se sabe el estuche quíntuple de sus grandes éxitos y unos karaokes de madrugada llenos de hombres que cantan canciones de Víctor Manuel por Víctor Manuel. En sus conciertos se oyen atavismos locales como "Vitorín, aquí tamos los de Mieres... resistiendo", con esa erre rabiada nuestra.

Así supo Víctor Manuel en estos 50 años que, si hasta los fugaos encontraben donde guardase, en Asturias tenía un sitio en el que siempre iba a tener cama, platu y mil duros, si fai falta... será por perres...

Ahora regresa al abuelo Vítor, repone canciones que recordamos y se refugia en Avín, un espacio húmedo, matriz para la especie humana y legendario para los asturianos, que en cuanto están un rato dentro de una cueva lo mismo se ponen a hacer quesos, que a tirar piedras a los de fuera que a cantar "La planta 14", que sigue poniendo un poco de orbayu en los ojos.

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