“De hostelero a músico callejero”. Esa es la frase que predomina en la pancarta que acompaña a Carlos da Silva en sus recitales de trompeta en las calles de Gijón. Es un buen resumen de su situación actual. Hasta hace unas semanas, antes de que las imposiciones sanitarias le obligaran a cerrar por segunda vez (tras el confinamiento domiciliario) su local, Da Silva se dedicaba a la hostelería, regentando junto a su mujer, Yolanda Moriyón, una cafetería en el barrio de Laviada. Ahora, tras los últimos acontecimientos, se ha visto obligado a dejar la hostelería y comenzar a tocar en la calle, en busca de caridad.