2 J. Morán

Oviedo

Eduardo Gómez García-Barbón -«Lalo» para el fútbol- descubrió el balompié y su atracción a causa de infinidad de fotografías realizadas y atesoradas por su difunto padre. Había nacido el 14 de marzo de 1936 en Oviedo, y cuando contaba tan sólo con 5 meses de edad, en agosto de ese mismo año, su padre, Lorenzo Gómez Menéndez, desapareció en Luanco en medio de la Guerra Civil española, recién iniciada. Aunque su familia paterna era ovetense, desde aquel luctuoso suceso se estableció en la villa luanquina con su madre, Isabel García-Barbón Gutiérrez-Pola, natural de esa localidad.

La ausencia del padre provocó tiempo después una continua búsqueda de recuerdos en la casa familiar y Eduardo Gómez topó entonces con centenares de fotos de equipos y jugadores de fútbol sin identificar. Fueron sus allegados los que le explicaron cómo su padre había sido un infatigable aficionado del Real Oviedo y cómo había obtenido aquellas fotos siguiendo al equipo azul en todas sus singladuras.

«Me quedé con esa cosa del Oviedo», evoca hoy Eduardo Gómez, que vio reforzado aquel descubrimiento cuando a sus 15 años el equipo ovetense jugó un partido de exhibición en el propio Luanco. «Aquellos jugadores eran para mí como los americanos Armstrong y compañía cuando fueron a la Luna». Allí ve de cerca «a Falín, a Diestro, a Toni..., jugadores de los que oías hablar cuando los nombraban en algún partido que jugaban contra el Madrid y salían en el No-Do». Y también estaba el mítico Herrerita, «que era el más conocido, como pueden ser ahora Messi o Ronaldo». Tras cursar el Bachillerato en el Instituto de Luanco, Eduardo Gómez aprueba el examen de Estado e ingresa en 1952 en la Facultad de Derecho de la Universidad de Oviedo. Ya había «hecho pinitos en el Marino de Luanco» y lo ficha el Oviedo para su equipo filial, el Vetusta. Al mismo tiempo reside en el Colegio Mayor San Gregorio y mantiene su beca con un siete de nota media, aunque «me costó Dios y ayuda».

Después de jugar una primera temporada en el Vetusta es llamado a integrarse en el primer equipo, que estaba a punto de descender a Segunda. Su bautizo de camiseta azul se produjo en el estadio de Atocha, contra la Real Sociedad, en una ciudad, San Sebastián, donde se encuentra con numerosos compañeros del San Gregorio, «porque en el Colegio Mayor estudiaban muchos vascos».

El Real Oviedo será la casa de Lalo desde 1953 a 1960, y le seguirán las plantillas del Granada o del Murcia, hasta 1968. Más tarde será entrenador del mismo Murcia, del Oviedo, del Villarreal, del Pontevedra, del Calvo Sotelo (Puertollano), del Linares y del Granada. Afincado y casado en la ciudad de la Alhambra, Lalo combina desde hace varios años la faceta de comentarista deportivo en televisiones y radios con el asesoramiento de entrenadores. «Ahora estoy con Canal Sur todos los fines de semana en "La gran jugada", y los viernes hago la previa del partido en la televisión local», pero «hasta hace cuatro años prácticamente estuve entrenando; no estaba sentado en la grada, sino entrenando y diciendo lo que hay que hacer y ratificando a los futbolistas».

Entre el conjunto de sus recuerdos futbolísticos, Lalo evoca con especial predilección aquel suceso de la temporada 1954-1955, cuando «el Zaragoza nos metió siete goles y no nos atrevimos a entrar en Oviedo en el autobús de Rico Roces». El desastre había acaecido durante la liguilla en la que se dirimían los ascensos a Primera y los descensos a Segunda. El Oviedo había obtenido el segundo puesto en la División de Plata y aspiraba al ascenso. En el Tartiere barrió a los de la Virgen del Pilar, pero en el partido junto al Ebro los maños provocaron la debacle. «Nosotros no nos atrevimos a entrar en Oviedo, por el peso de la responsabilidad, pero ahora la gente va, pierde, no sube una vez, no sube otra..., y no pasa nada», reflexiona Lalo al tiempo que dirige la mirada al que fue equipo suyo y lo es de su ciudad natal: «El Real Oviedo está metido en el pozo más horrible del fútbol y tuvo que hacer hasta una colecta; ya no se puede bajar más y ser más humilde, porque sigue siendo un club señorial».

Con amargura por las vicisitudes azules de los últimos años, Lalo dicta sus «Memorias» para LA NUEVA ESPAÑA. Se publican en esta primera parte y en otras dos mañana, lunes, y el martes.

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