Que, en los tiempos actuales, vivimos en un mundo con grandes avances tecnológicos es algo en lo que todos estamos de acuerdo. Que nos creemos sabedores de un sinfín de cosas, pues también. Sin embargo, fallamos mucho y mucho en la forma de comunicarnos y, sobre todo, en los asuntos referentes a ese sentimiento humano tan primitivo y esencial como es el amor de pareja.

Ah, el amor, el amor... qué tendrá el bueno del amor para que nos trastorne tanto. Hace unos días, el abogado Silva declaraba que estaba convencido de la inocencia de la Infanta. "Y esa inocencia pasa, obviamente, por su fe en el matrimonio y el amor por su marido. Cuando una persona está enamorada de otra, confía, ha confiado y seguirá confiando, contra viento y marea, en esa persona. Amor, matrimonio y desconfianza son absolutamente incompatibles".

Totalmente de acuerdo, abogado Silva, siempre y cuando ambos naveguen en la misma frecuencia vibratoria. O sea, que vivan en la misma onda. Porque cuando uno de ellos, no conoce, o no se entera de lo que hace el otro, está viviendo en otra realidad; o sea que no hay comunicación sincera interpersonal. Y si se entera, y no le gusta esa forma de actuar, y a pesar de ello sigue estando ahí, tiene un problema. Sencillamente, no se trata de una persona libre y emocionalmente equilibrada.

Por eso, señoras y señores, a punto de celebrarse el día de San Valentín, no me voy a referir a esa patética clase de amor. Vamos a centrarnos en el amor verdadero, profundo, en el que haya empatía, compenetración interpersonal, comunicación afectiva y, concretamente en este día, no estaría de más sublimar lo cotidiano, cuidar el detalle, buscar lo hermoso, y dar rienda suelta a la imaginación ¿Preparando una cena? ¡Fantástico! Ahora bien, no sólo los sabores son importantes en los preámbulos amorosos. Las formas, las texturas, los olores.... cuentan. Por eso, no estaría de más rodearse de velas..., flores?, música?, iluminación suave... y.... ¡guau! ¿No les parece muy romántico? Además, es el escenario idóneo para disfrutar de largos silencios, sólo interrumpidos por murmullos de promesas de amor eterno, de una pasión que te quema el alma y te lanza al infinito, saboreando la quietud que deja el placer satisfecho, respirando y palpitando al unísono, soñando despiertos, deseándose dormidos, juntos hasta el final de los días. Pero con complicidad. Y que así sea.