Gijón, Idoya RONZÓN

Seis de los nueve acusados por el alijo de la «piedrona» de cocaína -un total de 287 kilos, 275 de ellos encontrados en la finca La Canterona, en Villaviciosa- reconocieron ayer su culpabilidad, entre ellos, el constructor gijonés José Alfredo Álvarez y su madre, Alicia García. La ex compañera del primero (fueron pareja durante 17 años), Covadonga Palacio, admitió que, al menos por aquella época, abril de 2005, era toxicómana, pero negó que traficara con droga y que los más de siete kilos de cocaína que la Policía se incautó en su casa fueran suyos. Por el momento, ninguno de los acusados la implicó en nada. Falta por escuchar a los policías que intervinieron en la operación y las conversaciones telefónicas «pinchadas».

El juicio por el caso de la «piedrona» comenzó ayer en la sección octava de la Audiencia Provincial, con sede en Gijón, en medio de una gran expectación mediática. De los acusados -los tres asturianos, otros tres vizcaínos, dos cántabros y una mujer irlandesa-, sólo José Alfredo Álvarez permanece en prisión, por lo que llegó al edificio de los Juzgados esposado, dentro de un furgón policial. Fue el único que no tapó su rostro a los flashes de las cámaras y permanecía impasible y resignado mientras las cámaras disparaban dentro de la sala de vistas. El resto de imputados intentaba ocultarse con manos, periódicos o revistas.

El fiscal especial antidroga de Asturias, José Perals, pide para los acusados un total de 78 años de cárcel y multas millonarias. Para cada uno de los tres asturianos reclama condenas de 13 años de prisión y el pago de 30 millones de euros. No es en vano. Ante la cantidad de pruebas recopiladas en su contra -tras el trabajo del Cuerpo Nacional de Policía-, seis de los acusados se rindieron ante la evidencia y reconocieron su culpabilidad. De ello se deduce un acuerdo previo con Perals, que presumiblemente modificará su petición de cárcel para ellos en la última sesión del juicio, antes de los informes.

Casi nueve millones de euros

El primero en prestar declaración fue Alfredo Álvarez. Apenas duró un par de minutos. El constructor gijonés reconoció todas y cada una de las acusaciones vertidas por José Perals, aunque eludió «salpicar» a su ex pareja o a cualquiera de sus compañeros de banquillo. «Estoy muy arrepentido», aseguró. «Asumiré la pena que me impongan». Su confesión resultó curiosa porque, justo minutos antes, la secretaria del tribunal había leído en voz alta su escrito de defensa -un documento que se envía a la sala antes del inicio del juicio exponiendo la postura del acusado-, en el que aseguraba que «nunca» traficó con droga ni favoreció su consumo. Y añadía: «Nunca, es decir, ni en una sola ocasión, utilicé ni mantuve conversación telefónica» alguna desde los móviles que aparecen reseñados en las actuaciones, que ayer sí asumió.

No dijo más. Tampoco hacía falta. Admitiendo su culpa, el asturiano reconoció que durante un tiempo se dedicó a introducir «grandes cantidades» de cocaína en España y que, a finales de 2004, hizo los preparativos oportunos para la recepción de un cargamento de droga que vendría oculto en un gran bloque de granito que desembarcaría en el puerto de Vigo. Era la «piedrona». Admitió también que fue vendiendo la cocaína de poco en poco.

La droga aprehendida en La Canterona, de una riqueza del 78,9 por ciento, fue valorada en casi nueve millones y medio de euros.