En España las dos fiestas que mejor expresan su historia moderna van juntas en el calendario. El 1 de Mayo es la fiesta del movimiento obrero, que con ásperos tirones ha ido trayendo poco a poco el Estado de reparto, o del bienestar, o modelo socialdemócrata, da igual el nombre. El 2 de Mayo es la fiesta de la nación española, de la emergencia de un pueblo que se organiza al venirse abajo el Estado. Todos los grandes movimientos son impuros, y ésa es su prueba de realidad; no se ajustan a un modelo clasificable ni a una idea previa, aunque haya un cúmulo de ideas detrás. Este año toca el debate sobre el 2 de Mayo: ¿fue liberal o castizo, empujó la revuelta un avance hacia la libertad o un regreso a las cadenas? Como ocurre con el 1 de Mayo, lo que eleva al 2 de Mayo a gesta es su entraña popular: las hormigas, hartas del hormiguero, un día se ponen en marcha y cambian la historia.