Gijón, J. M.

Del célebre discurso de Joaquín de Navia Osorio, marqués de Santa Cruz de Marcenado, que inclinó a la Junta General del Principado a la sublevación contra el francés, el 9 de mayo de 1808, sólo se conserva un párrafo, recogido por Valdés Álvarez en sus «Memorias»: «La tierra que pisamos quisiera yo se abriese en este instante y nos tragase a todos para que se sepultase en sus entrañas tanta pusilanimidad y cobardía. Quédense en su abyección y en su egoísmo los que se resignen a ofrecer sus cuellos a las argollas que les remachará el usurpador; pero yo marcharé solo a encontrar sus legiones en el confín de Pajares, con un fusil cuya bayoneta clavaré en el primero que intente poner en él su planta. Me matarán y pasarán sobre mi cadáver, si no lo hiciesen pedazos; mas la posteridad sabrá que hubo un astur leal y bizarro que murió resistiendo solo en la invasión de este noble suelo».