Oviedo, L. Á. VEGA

El 12 de abril de 2004, la gijonesa María Fernanda González regresaba con su marido del «viaje de su vida», a Atlanta (EE UU). Tras aterrizar en el aeropuerto Charles de Gaulle de París se dirigieron al de Orly para tomar un vuelo a Asturias. Cuando sacaba las maletas del taxi, y debido a unas obras, la mujer sufrió una grave torcedura de pie. El médico del aeropuerto se lo puso en el sitio, pero la fractura era de tal gravedad que le aconsejó ir al hospital para hacer unas radiografías.

Fue aquí cuando comenzó lo que la mujer califica como «un maltrato intolerable». Tuvo que ir al hospital en taxi y esperar horas a que la atendiesen. Realizadas las radiografías, le buscaron sitio en un vuelo, siete horas después del que ella tenía previsto inicialmente. «Sólo había una plaza, y mi marido y yo tuvimos que viajar en el mismo asiento. Cuando llegué a Gijón tenía el pie hinchado e infectado. Del aeropuerto me llevaron a Cabueñes y allí me operaron. Estuve seis meses de baja», asegura la gijonesa.

Luego llegó el pleito con los franceses, que le habían enviado una carta en la que cortésmente le deseaban una pronta recuperación, pero nada más. En el juicio, los franceses aseguraron que la mujer se había mareado y negaron que hubiese obras el día del accidente. La reclamación fue rechazada en febrero, cuatro años después del accidente. Su letrada gala explicó la decisión del juez: «Los españoles tienen aquí mala fama». María Fernanda ha recurrido al eurodiputado Antonio Masip para pedir justicia. El ovetense ha exigido por carta un arreglo a los responsables del aeropuerto, so pena de presentar una queja formal ante el Gobierno francés. María Fernanda, como Agustina de Aragón, no se rinde ante los franceses.