Oviedo, Raquel L. MURIAS

España entró en 1989 en la Comunidad Económica Europea. Fue el año de la película «Matador» (de Almodóvar), de la presentación oficial de la candidatura olímpica de Barcelona, el año en que nació Rafa Nadal y el año también en que comenzó la labor para la recuperación de la población del oso pardo cantábrico en Asturias, Castilla y León, Galicia y Cantabria. Una especie que, aunque continúa en peligro de extinción, ha conseguido afianzarse gracias al trabajo en colaboración de ONG, fundaciones conservacionistas, cazadores, vecinos y administraciones.

Mientras que en los últimos veinte años las poblaciones autóctonas de zonas como los Pirineos se han extinguido, la cordillera Cantábrica ha visto aumentar el número de ejemplares. Hasta llegar al centenar de ejemplares que se calcula viven en Asturias. Una cifra que presenta un futuro con garantías para la especie.

Los programas de recuperación de la especie han dado resultado y así lo avalan los recuentos de hembras reproductoras que se hacen cada año en las zonas oseras. Este aumento en la presencia de plantígrados ha conseguido disminuir en un grado la calificación del nivel de peligro de desaparición de la especie en la zona occidental. Según los cánones que establece la Unión Mundial para la Conservación de la Naturaleza, los osos de la zona occidental han pasado de estar «en peligro crítico» a «en peligro». El oso pardo cantábrico del Occidente ha conseguido salir de la UVI, tras un duro tratamiento al que lleva sometido veinte años. Pero a pesar de que los datos de la población occidental son optimistas, no se puede bajar la guardia y en esto insisten mucho los conservacionistas. Guillermo Palomero, presidente de la Fundación Oso Pardo (FOP) y coordinador de los censos de osos en la cordillera Cantábrica desde hace veinte años, asegura que «hay que seguir trabajando y, sobre todo, hay que hacer un esfuerzo máximo para intentar que la población oriental salga adelante».

En la cordillera Cantábrica se asientan dos poblaciones de oso pardo cantábrico: la occidental y la oriental. Mientras que la primera, que incluye la franja interior de Asturias, desde Oviedo hasta Galicia y las comarcas del Bierzo, Sil, los Ancares y Laciana, goza de muy buena salud, la oriental, que engloba la zona de Riaño, Palencia, Liébana, Amieva, Ponga y Caso, sigue al borde de la extinción, aunque se mantiene. Y es que, aunque se han puesto en marcha programas para la recuperación de la especie en las dos zonas, hay muchos factores que han interferido en los resultados más negativos de la población oriental, como son: la consanguinidad, la caza furtiva, el uso de venenos y la escasez de frutos en otoño. La población oriental, que partía de una situación mucho más extrema, ya que en 1989 el recuento de los especialistas detectó la presencia de sólo dos osas con crías en esta zona, no consigue salir adelante. El dato sigue siendo el mismo. Por el contrario, en la población occidental los datos apuntan a un éxito de los trabajos llevados a cabo. Si en 1989 se contabilizaron en la zona cuatro osas con crías, en 2008 se encontraron 17.

El esfuerzo llevado a cabo ha dado buenos resultados y no sólo en cifras. Hace medio siglo años matar a un oso era poco menos que un acto heroico, pero hoy, al menos en Asturias, los cazadores se han convertido en protectores de la especie amenazada, nada que ver con la persecución generalizada que sufría antaño esta especie, considerada una alimaña. Según Roberto Hartasánchez, presidente del Fondo para la Protección de los Animales Salvajes (FAPAS), Asturias es la comunidad que más ha hecho para la conservación del oso. Hartasánchez calcula que hoy entre 120 y 130 osos pardos cantábricos habitan en los montes asturianos y que cuando la cifra alcance los 200 «la especie dejará de estar en peligro y tendremos sólidas garantías de su mantenimiento». En veinte años de trabajo en la cordillera Cantábrica se ha logrado mantener a una de sus especies más emblemáticas y, además, se ha conseguido ampliar su presencia. Ahora queda pendiente quizá lo más difícil: salvar la población oriental.