Avilés,

Francisco L. JIMÉNEZ

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La popular playa de La Espasa, a caballo entre Caravia y Colunga, desapareció literalmente durante un fuerte temporal en la década de los años setenta, según narra el geólogo de la Universidad de Oviedo Germán Flor. La lógica preocupación de las autoridades de la zona no se calmó hasta que el mar, poco a poco, fue devolviendo la arena a la costa. «Diez años tardó La Espasa en volver a recuperar su característico manto arenoso», afirma Flor. «El problema hoy no es que tengamos una playa afectada por problemas de erosión, sino que son un rosario de ellas repartidas por el litoral asturiano. En condiciones normales, la propia mar debería restaurarlas, como hizo con La Espasa; sin embargo, donde interviene la mano del hombre el asunto se complica», opina el experto.

Nadie es capaz de exponer una teoría irrefutable sobre las causas, pero lo cierto es que el Cantábrico se ha convertido de un tiempo a esta parte en un «ladrón de arena» y las playas pagan las consecuencias de punta a punta de la región: El Sablón (Llanes), Frexulfe (Navia) o Los Quebrantos (Soto del Barco) o la de San Lorenzo (Gijón) este mismo fin de semana son algunas de las playas con estampas inusuales por pérdida de sedimento: rocas al aire, escalonamientos arenosos, reducción del área de arena seca o pérdidas de masa dunar, como le ocurre a la playa castrillonense de San Juan. «Y eso que la Cornisa no es una zona tan sensible a la erosión marina como el Mediterráneo; allí sí que tienen un problema», señala Germán Flor.

En el caso asturiano, la explicación más plausible de la pérdida de arena tiene que ver con la realización de obras en el litoral y la ejecución de dragados en puertos y rías que alteran los flujos naturales del movimiento del árido, pero hay más razones. En opinión del jefe del área de costas del Centro de Estudios y Experimentación de Obras Públicas (Cedex) del Ministerio de Fomento, Antonio Lechuga, «la erosión de las playas puede deberse a la falta de aporte de sedimentos por la interrupción de los flujos provenientes de cauces fluviales (esto ocurre cuando se construyen embalses), con el cambio climático entre comillas y con las construcciones realizadas en el litoral que interfieren en el ciclo de movimiento de las arenas».

Lechuga defiende la política de regeneración de arenales que, con mayor o menor fortuna, según los casos, lleva a cabo el Gobierno para paliar los daños de la erosión, más cuando la playa afectada es de interés turístico. Sólo en el último lustro, España ha gastado 700 millones de euros en este tipo de obras. En Asturias, la intervención más sonada, y también la más cuestionada a la luz de sus resultados, fue el aporte de 545.000 metros cúbicos de árido a la playa de Salinas (Castrillón). La regeneración se hizo a finales de 2004 y hoy, según los usuarios de la playa, ya no queda ni rastro de la arena que se vertió.

El técnico del Cedex admite que en algunos casos la regeneración artificial de los arenales es una solución imperfecta: «Si el problema original que causa la erosión no se ataja, el problema de la pérdida de arena persiste y entonces sólo queda la vía de dejar que la playa desaparezca u optar por aportes periódicos de mantenimiento. A juicio de Germán Flor, éste es, claramente, el caso de Salinas: «La pérdida de arena de Salinas está relacionada con los dragados portuarios en la vecina ría de Avilés, y como éstos no cesan, sino que, al contrario, cada vez son más profundos -ya se ha comenzado a excavar la roca del lecho del estuario-, el problema será cada vez mayor».

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Las organizaciones ecologistas cuestionan la falta de rigor con que se abordan las actuaciones de regeneración playera y abogan por que en vez de «poner parches» se atajen los problemas en origen. Milio Rabanal, del Colectivo Ecologista de Avilés, propugna «una gestión responsable del espacio litoral y más control de los dragados portuarios». En su opinión, «la costa es la Cenicienta de la Administración en materia ambiental, basta ver las pocas áreas protegidas que existen próximas al mar, y eso que es ahí donde se concentran las mayores presiones urbanísticas y turísticas».

Dos colectivos «verdes» asturianos, «Green» y Coordinadora Ecoloxista d'Asturies, lideran desde hace meses el rechazo a la pretensión de Costas de construir una playa artificial entre el camping de Perán, cerca de Perlora, y el paseo marítimo de Candás. «Es un atentado ambiental», critican. Del mismo modo están bajo sospecha las extracciones de árido que se ejecutan en la bahía de Gijón para obtener 2,5 millones de metros cúbicos de material de relleno con destino a las obras de ampliación de El Musel. «Ignoro si la zona de extracción se halla en el área de influencia de la playa de San Lorenzo, pero de ser así, el agujero que se haga en el mar se rellenará con la arena de la playa; eso es seguro», señala Germán Flor.

Del mismo modo que la regeneración de la playa de Salinas es sospechosa de haber resultado ineficaz, las otras tres playas asturianas «construidas» por la mano del hombre en la última década no han dado ningún problema. Se trata de los arenales gijoneses de Poniente y El Arbeyal, más la playa urbana de Luanco. «En los tres casos se utilizaron arenas de base conchífera, de mayor granulometría y tacto más grosero que la utilizada en Salinas, que se extrajo del fondo marino en las cercanías del cabo Vidío. Al ser arenas más pesadas tienen más estabilidad, al mar le cuesta más moverlas», explica el geólogo Germán Flor. No obstante, este experto desaconsejó en su día el uso de ese tipo de arena para Salinas: «Hubiera sido un pegote, porque el grano es muy diferente», justifica.

La Demarcación Territorial de Costas en Asturias ha invertido en los últimos cuatro años 10 millones de euros en obras litorales. El grueso de ese dinero, así como la mayor parte de los proyectos por valor de 23,5 millones en ejecución, en estudio o a punto de licitar, se destina a obras que no tienen que ver con el aporte de arena a playas. La defensa natural que brinda la escarpada costa cantábrica a las playas ha venido siendo hasta la fecha, como destaca el responsable del Cedex Antonio Lechuga, «el mejor aliado contra la erosión». Pero esa situación puede cambiar en pocos años si persisten fugas de arena como la que padece el playón de Los Quebrantos, en Soto del Barco, donde este verano la falta de sedimento modificó las corrientes y obligó a prohibir el baño durante muchos más días de lo habitual.

«Una solución que ha dado bastantes buenos resultados allá donde se viene aplicando -la ría del Nalón y la de Navia- es verter los materiales dragados en los estuarios en puntos desde donde sea posible la realimentación natural de la playa. Esta misma idea se ha planteado muchas veces para Salinas, pero el Puerto de Avilés rechaza la propuesta».