Oviedo, Luján PALACIOS

Los expertos alertaban hace meses de la llegada a Asturias del mosquito tigre, un insecto de picadura dolorosa y transmisor de enfermedades. Ahora, además, llega la mosca negra. El cambio climático traerá a Asturias en los próximos años una nueva especie de insecto muy molesto por su mordedura. Ya actúa en el Mediterráneo, y cada vez está más cerca del Cantábrico. Es sólo uno de los efectos del cambio del clima, y quizás no el más importante, porque también hará más calor, lloverá menos, el nivel del mar subirá y la biodiversidad se verá afectada en todos sus niveles. Todas estas consecuencias del calentamiento global se recogen en el libro «Evidencias y efectos potenciales del cambio climático en Asturias», elaborado por más de cuarenta investigadores y coordinado por Ricardo Anadón, catedrático y miembro del panel de expertos Climas.

La obra completa fue presentada ayer por la viceconsejera de Medio Ambiente, Belén Fernández, coincidiendo con las decisivas jornadas de Copenhague, y además de apuntalar algunas predicciones ya conocidas, el trabajo aborda otras cuestiones novedosas, como los riesgos sanitarios que conlleva el calentamiento global.

Así, los efectos para la salud de la subida de las temperaturas se traducirán en un incremento de las enfermedades respiratorias, y en una mayor incidencia de insectos que propagan enfermedades. Además del conocido mosquito tigre, también atacará la mosca negra. Este insecto, de tamaño más pequeño que un mosquito, ya está generando muchos problemas en la zona de Levante, porque provoca una mordedura muy dolorosa a la que mucha gente desarrolla una reacción alérgica. El insecto está dotado de una mandíbula con la que desgarra la piel. Al mismo tiempo libera una sustancia anestésica, un vasodilatador y un anticoagulante para lograr sacar la mayor cantidad de sangre. Los efectos de estas plagas serán más notables, tal y como recoge el documento, en las zonas de costa en los valles fluviales, donde es más frecuente la aparición de larvas de estas especies.

Los efectos sobre la economía también serán notables. Así, Ricardo Anadón puso sobre la mesa la merma en la campaña pesquera del bonito, que cada vez se desplaza más al norte en busca de aguas frías y provoca así que los pescadores con menos medios no puedan salir a faenar a tantas millas de distancia. Además, también se ha detectado una disminución de desembarcos de especies como el jurel, la sardina, el pulpo, la anchoa, la pota, el congrio o la angula. En la actualidad, ya existe una veda para la pesca de anchoa por la escasez de individuos. Otras, como el salmonete o la caballa, han incrementado su presencia en aguas cantábricas, lo que adelanta, según los expertos, la llegada en los próximos años de especies de aguas más cálidas.

El aumento del calor, estimado en una media de cinco grados a finales de este siglo de continuar las emisiones a la atmósfera al ritmo actual, desencadenará una serie de efectos adversos que afectarán a la flora y la fauna asturianas. A ello se suma a previsión de que en Asturias se pueda producir un cambio rápido en las precipitaciones, con menos lluvias a lo largo del año y aumento de los fenómenos tormentosos con lluvias fuertes, especialmente en invierno.

Con todo ello, es previsible que el nivel del mar siga subiendo. En la actualidad ya lo hace a un ritmo de tres milímetros al año, lo que supondría, según los investigadores, un total de un metro más de altura en la costa asturiana. De este modo, las playas de la región, encajonadas entre acantilados y con poco recorrido, se verán seriamente dañadas, así como las infraestructuras costeras. Los efectos serán inmediatos en el turismo, advierte el estudio. De hecho, los primeros efectos del cambio climático ya se empiezan a manifestar en forma de los oleajes más fuertes de los últimos años y la desaparición de la arena de un buen número de playas asturianas.

Asimismo, el cambio en las temperaturas propiciará que sigan llegando especies de aves y plantas procedentes de climas más cálidos, como el mediterráneo. Las plantas de montaña sufrirán el incremento térmico, y la diversidad marina también se verá afectada, al producirse menos zooplancton -el alimento de los peces- en el Cantábrico central.

El calor y la escasez de lluvias harán, según el estudio, que aumente el riesgo de incendios forestales, y que se propaguen los de mayor intensidad. Asimismo, también se están comenzando a alterar los periodos de floración de los frutales, que en algunos casos se adelantan y luego se ven truncados por la llegada de más frío.

Para aliviar los efectos del cambio climático, los expertos que han elaborado el estudio proponen la puesta en marcha de hábitos de fertilización orgánica de la tierra, que ayuda a retener el carbono en el suelo y favorece la humedad.

A pesar del tinte apocalíptico de las predicciones de los expertos, Ricardo Anadón llamó ayer a la calma. «No es que se vaya a acabar el mundo», subrayó el catedrático, quien apostó en cambio por impulsar medidas que ayuden a mitigar y retrasar los cambios que ya están en marcha.

La viceconsejera de Medio Ambiente, Belén Fernández, adelantó por su parte que el Principado ya está haciendo los deberes en este sentido y anunció la puesta en marcha de un proyecto de Regiones de Economías Bajas en Carbono. Asturias participará en este plan, que cuenta con una financiación europea que asciende a 4,27 millones de euros para impulsar las energías renovables, la contratación verde en las administraciones públicas y la captación de carbono con la construcción de sumideros para evitar que los gases salgan a la atmósfera.

También participan en el proyecto regiones de Dinamarca, Suecia, Italia, Eslovenia y Países Bajos, para lograr una economía con bajas emisiones de dióxido de carbono.