Cangas del Narcea,

Pepe RODRÍGUEZ

El abogado Florentino Quevedo Vega cumplirá 91 años el próximo mes de marzo y no tiene pensado dejar de trabajar ni los domingos. Su objetivo es seguir al pie del cañón hasta los 100 años «por lo menos», según afirma. Dice la rumorología de Cangas del Narcea, donde Florentino es un personaje imprescindible, que Quevedo Vega sólo descansa un día al año: el de los Reyes Magos, porque lo dedica a dar regalos a sus nietos. «Bueno, yo no quiero presumir, ni quiero que se me eleve a los altares, no hace falta de hablar de cosas de ésas», afirma el abogado quitándose importancia.

Florentino Quevedo desarrolla la mayoría de su trabajo en Cangas del Narcea, pero también mantiene sus contactos y litigios en Oviedo. «Voy todas las semanas. Hasta hace cinco o seis años iba cada quince días a Madrid, conduciendo yo mismo, y podría seguir haciéndolo sin problemas», relata el veterano abogado.

El secreto de seguir en el tajo con el paso de los años, con tanta lucidez, es, según el propio protagonista, el «trabajo y esfuerzo diario». Y añade: «Si yo estuviera paseando o sentado en un banco, me moriría, me moriría al instante. He dedicado toda mi vida a trabajar y así pienso seguir haciéndolo, domingos incluidos. Nunca menos de nueve o diez horas diarias», concreta.

Florentino nació en el pueblo de Mones, Ayuntamiento de Petín, en el Barco de Valdeorras, provincia de Orense, en 1919. Su madre se quedó viuda a los 13 meses de su nacimiento y reconoce que su familia nunca tuvo muchos posibles. Pero, como casi siempre, el empeño puede más que el valor del dinero. Cuando Quevedo tenía 9 años, su profesor le insistió en que debía estudiar y así lo hizo, gracias a una beca y a que vivió con un ermitaño en el Seminario Mayor de las Ermitas. Tras dedicar varios años al latín, la filosofía y la teología, fue llamado a filas en plena Guerra Civil. Aunque estuvo en el frente, no vivió los horrores de la guerra pues, según dice, «no pegué ni un tiro».

Su vida cambió para siempre cuando fue destinado a Cangas del Narcea como maestro en prácticas en el año 1940. A los cuatro años ya había sido nombrado profesor interino de todo el grupo escolar y, poco después, sacó la plaza fija en una oposición, llegando a tener a su cargo hasta ochenta profesores. «Pero nunca estuve parado, empece a compatibilizar lo de director con ser procurador y, el siguiente paso, fue sacar la carrera de abogado», desgrana. Con cierto pudor añade que un año no estudió porque acudió a Bilbao a hacer un curso de Magisterio. Desde el año 1961 comenzó a ejercer de abogado, pero no abandonó la dirección educativa hasta el año 1981. «Recuerdo que, después de trabajar, me quedaba hasta las dos de la madrugada todos los días para sacarme las demás cosas y para compatibilizarlo todo», añade.

No contento con ello, decidió sacarse el doctorado, algo que logró en 1964, y lo hizo con la publicación de lo que fue su tesis doctoral, un libro de dos tomos: «Tratado técnico-práctico del derecho español de minas». Este título fue una premonición del campo en el que habría de especializarse, ya que es uno de los expertos abogados que lidian en los litigios de las empresas mineras de la comarca. «Ese libro me costó 500.000 pesetas, y publiqué 2.000 ejemplares. En él recojo y comento todas las sentencias que se produjeron en el sector desde los años 30 hasta su publicación», desgrana el veterano abogado.

Durante sus primeros años como abogado, ya ejerciendo como tal, se dedicó a muchos asuntos y muy variados, pero, poco a poco, fue especializándose en las empresas mineras, lo que le convirtió en un personaje recurrente en una comarca que vivió, prácticamente en exclusiva, del carbón durante 50 años. Desde Hullas del Coto Cortés hasta Antracitas de Guillón, desde Carbonar hasta el grupo Antisa... su labor tocó a las grandes empresas de la zona, «y aún llevo un montón de empresas. Pero, la verdad, nunca he abandonado lo otro; a veces por compromisos, a veces porque tocaba, el caso es que no sólo me he dedicado a las minas, como pueda parecer», confiesa.

Su vida es un canto al trabajo y a la responsabilidad, sí. «Y, quizá, ése sea mi principal defecto pues, realmente, nunca he tenido una afición», relata. Ya viudo, desde hace casi 20 años, tiene dos hijos y seis nietos que nunca le han pedido que se retire. «Ellos saben que esto es mi vida y lo respetan». Puede que la minería vaya en retroceso, Florentino, nunca.

Gallego de nacimiento

Nació en el Barco de Valdeorras, provincia de Orense, en el seno de una familia humilde.

Primero, maestro

Estudio Magisterio tirando de las ayudas de las becas y ya mayor quiso ser abogado.

En Asturias

Llegó a Cangas del Narcea como maestro interino y en sus ratos libres estudiaba Derecho.

Sin jubilación

Cumplirá 91 años este año, pero asegura que seguirá ejerciendo como abogado.