Aguanes (Allande),

«Vivir en el campo es posible». Al menos eso opina Sureyna Muñiz Cadenas, presidenta de la Asociación para la Recuperación de Pueblos Abandonados, Arpa Viva. Este colectivo, creado hace apenas dos años, aboga por la puesta en valor de enclaves rurales caídos en el olvido, como es el caso de Aguanes, un pueblo sito en la sierra allandesa de Valledor y en cual habita, junto a su familia, Muñiz Cadenas. La propuesta lanzada por Arpa Viva cada vez cuenta con más adeptos, los cuales intentan abandonar el mundanal ruido y persiguen el equilibrio con la naturaleza a través de la sostenibilidad y el respeto hacia el entorno.

-¿Cómo surgió la idea de crear «Arpa viva»?

-Hace dos décadas, mis padres llegaron a Aguanes. Por aquel entonces el pueblo estaba ya abandonado. Años más tarde se marcharon, quedó sin vecinos de nuevo y yo decidí volver. Fue entonces cuando empezamos a plantearnos la creación de la asociación. Mi hermano Jonás fue quien tuvo la idea.

-¿Cuáles son las líneas de actuación de la asociación?

-Nuestro objetivo es la recuperación de lugares abandonados. Para ello estamos en contacto con asociaciones de carácter medioambiental a través de las cuales organizamos campos de trabajo.

-¿Qué tipo de proyectos desarrollan?

-Nuestro primer campo de trabajo consistió en la construcción de varios puentes en el pueblo. Con posterioridad, recuperamos una ermita que estaba en ruinas y contamos con la colaboración del arqueólogo Armando Braña. Nuestro próximo proyecto tendrá por objeto la elaboración de un estudio sobre la fauna de la zona. Asimismo, cabe decir que siempre que vienen amigos a visitarnos aprovechamos para ir haciendo cosas.

-A su vez, también colaboran con otras asociaciones.

-Sí. Por ejemplo entramos en contacto con la asociación lenense Escanda, que ha elaborado un estudio sobre los pueblos abandonados en Asturias.

-¿Trabajan sólo a nivel local o también a nivel regional?

-Por ahora tan sólo trabajamos en nuestro ámbito local. De todos modos, si la gente acude a nosotros en busca de información les ayudamos y les indicamos dónde hay pueblos abandonados. Prestamos nuestro apoyo a la gente que quiere venir y asentarse aquí.

-¿Cuál es la situación en el concejo de Allande?

-Existen varios núcleos abandonados. Otros cuentan con muy pocos habitantes y hay muchas casas deshabitadas. Algunas se acaban cayendo.

-Hace apenas seis meses, el nacimiento de su hija Yurema supuso la llegada del primer bebé al pueblo después de cincuenta años.

-El nacimiento de Yurema fue una gran noticia. Queríamos que naciese aquí pero durante el parto surgieron complicaciones y tuvo que venir el helicóptero del 112 Asturias. Eso fue lo peor.

-¿Cuáles son las ventajas de la vida en el pueblo?

-Todo son ventajas. Sobre todo el aire limpio y el poder realizar el trabajo que quieras.

-¿No existe ningún inconveniente?

-Los accesos son muy malos. Los coches no se paran de estropear y el transporte escolar de los niños no viene.

-¿Padecen algún tipo de estrés o es sólo un mal de la urbe?

-A veces estamos en estrés rural. En el campo siempre hay muchísimas cosas que hacer. De todos modos, como somos nosotros mismos quienes generamos los proyectos nos lo podemos tomar con calma de vez en cuando.

-¿Cuáles son sus planes de futuro?

-Nos gustaría poder criar caballos aquí y organizar talleres, por ejemplo de plantas medicinales o artesanía, aunque aún carecemos de las infraestructuras necesarias para llevarlos a cabo.

Perfil

Sureyna Muñiz Cadenas preside la Asociación para la Recuperación de Pueblos Abandonados Arpa Viva, un colectivo con base en la sierra allandesa de Valledor y que aboga por la puesta en valor de enclaves rurales deshabitados.

Esta joven asturiana, titulada en técnicas de estampación y grabado por la Escuela de Arte de Oviedo, reside en Aguanes -un pequeño núcleo próximo al pueblo de San Martín de Valledor- donde pasó la mayor parte de su infancia y de su juventud en compañía de sus padres.

Cuando se hizo adulta decidió volver al lugar donde se había criado y allí tener a sus hijos. Hace apenas seis meses, Sureyna Muñiz trajo al mundo a Yurema, el primer bebé en el pueblo tras cincuenta años sin registrarse un nacimiento.