Gijón, Javier CUERVO

«Cholo Juvacho» (Avelino Gutiérrez Fernández, La Felguera, Langreo, el 16 de enero de 1938), futbolista de Tercera, administrativo, cantante y humorista. La casualidad le fue descubriendo su facilidad para distintas habilidades. Debutó como cantante en 1959. Siete años después intentó la aventura madrileña con el grupo «Los Archiduques», de Grado, pero él tenía compromisos familiares y laborales que no le permitieron alargar una aventura que precisaba más tiempo.

-Volvió a Langreo, a casa.

-Al año. En Madrid había tantas mujeres que tenía que dar número. Todos los días cantaba ante mil chavalas de 18 a 21 años. «Los Archiduques» pusieron un anuncio para buscar cantante, y yo les recomendé a Tino Casal, al que había visto en el Club de Tenis de Gijón con su grupo «Los Zafiros Negros», y era un chavalín de 17 años con una pinta de cine.

-¿Lo reclutó para «Los Archiduques»?

-Fui a Tudela Veguín para que viniera con el grupo, y la madre no lo dejaba. A él no le gustaba el estilo de «Los Archiduques», y yo le repliqué: «El estilo eres tú, que eres el cantante». Y aceptó.

-¿Qué tenía de diferente?

-Era un chiquillo, pero marcaba una clase para vestir y peinarse, era avanzado de ideas, tenía una forma de ser distinta. En 1966 casi no había televisión y no existía el vídeo, pero él conocía la música inglesa más actual cuando nosotros estábamos haciendo salsa y cantando baladas italianas. Y cantaba con una voz portentosa. Compartimos mes y medio micrófono y le daba otro matiz a mis canciones.

-¿Volvió a ver a Tino Casal cuando triunfó?

-Muchos años después le hablé de mi hijo, que es compositor, pero cuando fui a verle Tino estaba más interesado en la pintura y en la moda que en la música. Era 1991, poco antes de morir.

-Regresemos a su vida. Dejó Madrid, y ¿qué hizo en Asturias?

-Estuve un tiempo solo, acompañándome de los «Blue Star» de Mieres. Ya me hacía llamar Cholo Juvacho, un nombre que me puso José Ramón Alonso, que escribía en el diario «Región». Estuve una temporada con ellos. Por entonces conocí en el teatro Rozada de Sama, en un festival benéfico que organizaba Radio Langreo, a Víctor Manuel, que era la figura: tenía 18 años y había grabado dos o tres discos con Belter. Yo canté con los «Blue Star» y tuve mucho éxito, y Víctor salió a continuación y, como venía sólo con la guitarra, no tanto; pero me vio y cuando presentó una canción al festival del Eo me llamó para que la cantara. Ganamos. Se titulaba «No es nada igual». La canción no tuvo más recorrido.

-Usted regresó a Madrid.

-Sí, en 1968, pero para ir a las oficinas de Duro Felguera. Esa vez fui con la familia y vivimos en una casa en Moratalaz. Estuvimos hasta 1971. Además de trabajar era presentador en la sala Consulado y cantaba de manera esporádica. En 1970 me presenté al Festival de Benidorm con una canción que se titulaba «¿Qué tengo que hacer para que vengas?», escrita por Pedro Mario Herrero, que era periodista, novelista y director de cine. La música era de Miguel Arteaga. La alma máter del festival era José León Delestal, el poeta asturiano, desde la Radio del Movimiento.

-Aquel año ganó Donna Hightower, que no sé si ya andaba con Danny Daniel, con el que luego tuvo aquel éxito de «El vals de las mariposas».

-A Danny yo lo conocía de jugar en la selección juvenil asturiana de fútbol. En el festival de Benidorm no pasé siquiera a la final porque la canción no era festivalera. Arteaga componía música para cine y había hecho un tema de banda sonora, sin ritmo. En 1971 firmé con Víctor Manuel por Fonogram. Por entonces andaba mucho con él por Madrid y me iba a hacer canciones para un elepé, pero fue cuando se marchó a México y tuvo problemas con aquel espectáculo, se dijo aquello de que ofendió a la bandera española y quedó medio proscrito. Marché a Vigo con la empresa, que tenía obra allí y dejé de cantar. En 1973 regresé a Asturias para trabajar en Uninsa. Canté un poco con grupos de poca monta hasta que dejé la música y me fui a vivir a Gijón con la mujer y los chiquillos.

-Ahora en Gijón está viviendo media cuenca.

-Está inundado.

-¿Por qué volvió al espectáculo en 1983?

-Me comentó un amigo que había un «crooner»» italiano por Gijón, Dino Salerno, que cantaba en Play Boy. Fui a verlo una noche. Tenía un equipo de «playback» y me interesó aquel aparato que llevaba la música pregrabada, con el que sustituías al grupo y podías cantar con tu voz en directo. Hablé con él y me propuso venderme aquel aparato con 25 canciones y equipo de sonido por 325.000 pesetas. No era poco dinero entonces. Pensé que podía cantar y añadir el humor, que siempre se me había dado bien con los amigos en las sidrerías y de juerga, y hacer un espectáculo de canción, chiste, canción, chiste, que resultara ameno. Por entonces proliferaban los pubs con música en directo y había trabajo continuamente. Yo era un cantante, pero gustó mi humor y, al cabo de un tiempo oía comentar a los espectadores «pero si canta bien?».

-¿Cuál era su situación entonces y con qué se encontró a su regreso?

-Tenía 45 años, los hijos en edad de estudiar y sólo los noctámbulos mayores se acordaban de mí.

-¿Qué tal padre cree que fue?

-No muy apegado, porque siempre tuve mucha labor, pero sí cariñoso y preocupado por ellos. La madre los educó a los cuatro a cual mejor. La primera y el músico tienen la carrera de piano. Él, Marco Rasa, es un teclista muy considerado. Ha sido director de orquesta de «Amistades Peligrosas» y de Hevia, ha hecho gira con Bustamante y Gisela, y por América con Camilo Sesto y Diana Navarro.

-¿Vive en familia?

-Me divorcié y estoy casado en segundas nupcias con Elena. Las rupturas son siempre traumáticas, pero el tiempo lo mitiga.

-¿Cómo conoció a Elena?

-Por ahí, tomando una copa en 1980. Le llevo 20 años. Ella tiene ahora 52.

-Desde que conoció a Elena hasta que se separó de su primera mujer pasaron 16 años. ¿Cómo hicieron todo ese tiempo?

-Lo de siempre? nos veíamos a hurtadillas. Yo en esa época trabajaba en las oficinas de Ensidesa en Veriña y por las noches hacía pubs: D'Angelo Park y Jazz 86, en Gijón; Bohemios, en Piedras Blancas. A diario. Trabajaba mañana y noche y dormía una siesta por la tarde. Bebí cosechas enteras de Ballantine's y J. B. y fumé muchas cajetillas.

-Usted es de directo. Ha grabado poco.

-Con «Los Archiduques» en los sesenta, y en 1988 «Cholo Juvacho y sus amigos», con Pipo Prendes, Rosa María Lobo, «Alpaca»... Ahora saco este disco con DVD: «Soy un tipo con suerte». Es cosa de Pepín Robles, que fue teclista de Niti Colsa, con el que tengo amistad. Pepín vive en Mallorca, donde está casado con una inglesa, pero es muy de Villoria, de Laviana. Me vio actuar y se empeñó en que tenía que grabar un disco. En los años ochenta Miguel Escalada me propició una entrevista con Dial y un contrato, pero nunca llegué a grabar. Quise cantar «Gijón del alma» y me dijeron que ya estaba grabada por otros. Me cerré: o esa o ninguna. Y no grabé.

-Haga balance de la vida hasta ahora ¿Ha merecido la pena?

-No suelo quejarme. La vida me favoreció. Soy vitalista y amigo de mis amigos.