Un equipo de psicólogos y sociólogos debería ponerse a analizar por qué mucha gente odia tanto a ZP. No digo antipatía, ni animadversión, ni incluso enemistad, sino odio en estado puro, ese que hace que personas con formación y espíritu ecuánime, o hasta gracia y chispa, salten como un resorte, echando espumarajos, en cuanto oyen el nombre del nefando. Un misterio de la psicopatología, para el que otro día intentaré explicación. El caso es que una de esas personas me echa en cara que aún identifique a Zapatero con Bambi, aunque sea en tiempo pasado. «¡Pido un respeto para Bambi, el dulce e inocente cervatillo, y que no se le relacione más con ese ser!», ha dicho, y al decir «ser» arqueaba los dedos tal que garras de felino, mostrando a la vez los incisivos y lanzando dardos con los ojos. Luego se marchó dando golpes al aire, como si el espectro de ZP también lo habitara.