Autor de «Cómo ganar una guerra»

Oviedo, Raquel L. MURIAS

Ignacio González Posada, avilesino, licenciado en la Universidad de Oviedo y MBA por el IE Business School, ha desarrollado su carrera profesional en el mundo del «marketing» y las ventas trabajando en empresas de Alemania, España, Estados Unidos y Japón, pero sin olvidar nunca su otra gran pasión: la historia. En este libro ha querido bucear a fondo en la mayor batalla de la Historia para sacar lo mejor y lo peor de la Segunda Guerra Mundial y adaptar aquella lucha a la actualidad. Incluso de Hitler se puede sacar algo bueno, dice.

-¿Cómo se gana una guerra? ¿cuáles son las claves?

-Destacaría tres por encima de todo. La primera es tener una estrategia; la segunda, que haya «una sola cabeza y una sola dirección» a la hora de ponerla en marcha, y finalmente sencillez: como dijo el general alemán Von Hindenburg, «en la guerra sólo promete éxito lo que es sencillo».

-La crisis del veintinueve fue uno de los motivos que desencadenaron el enfrentamiento de la II Guerra Mundial ¿Existen paralelismos con la crisis actual?

-Ciertamente hay paralelismos, pero, desde luego, la actual crisis no tiene que desembocar en una tragedia similar a la Segunda Guerra Mundial. Una crisis es, ante todo, una oportunidad. Así lo están reconociendo tantas y tantas personas que hoy en día están haciendo de su necesidad virtud, lanzando sus proyectos empresariales, redirigiendo sus negocios, arriesgando, innovando, emprendiendo...

-Alemania tenía el mejor ejército de tierra, el más disciplinado, pero algo falló y fue la perdedora de la guerra más sangrienta de la Historia. ¿Las guerras no las gana siempre el más fuerte?

-Alemania tenía lo que un profesor de Harvard ha venido a llamar «ventaja operacional» en el campo de batalla: sus tropas eran de mejor calidad, luchaban mejor e incluso tenían mejor armamento. Sin embargo, careció de una estrategia global coherente que tuviera continuidad en el tiempo. Por esta carencia a menudo perdió la perspectiva, la visión, en los momentos decisivos. Cuando los aliados fueron capaces de igualar esta «ventaja operacional» poniendo imaginación y más recursos en el campo de batalla, acabó por no poder ganar. Para ganar una guerra no hace falta ser más fuerte, sólo hay que serlo en los momentos decisivos.

-Supongo que antes de escribir este libro se documentó usted mucho. ¿Se encontró con alguna sorpresa que deban saber los lectores?

-Lo más sorprendente son las similitudes extraordinarias entre la forma de liderar de los responsables militares de la ll Guerra Mundial con los estilos de dirección de los gestores empresariales actuales. Porque al fin y al cabo son personas, con sus luces y sombras, cuyos aciertos y fracasos tienen importantes consecuencias.

-¿Qué lecciones podemos extraer del campo de batalla para nuestra lucha diaria con la vida: trabajo, estrés, deudas, difícil conciliación de la vida laboral y profesional?

-Citando al general Eisenhower, la principal enseñanza sería que la salud, tanto física como mental, es indispensable para un mando afortunado. Si tus horarios o responsabilidades la socavan, no sólo acabará contigo, sino que además la mayor parte de tu esfuerzo y tu trabajo serán en vano. Esto también incluye la salud de tus subordinados ¡dependemos de ellos!

-¿Por qué se debería comprar el libro «Cómo ganar una guerra»?

-Porque se trata de una obra inspiradora, amena, que atrapará al lector con un viaje en el tiempo que le resultará de lo más actual. Es un libro, además, que encantará a los lectores del libro de empresa y sorprenderá a los aficionados a la historia de la Segunda Guerra Mundial.

-¿Nos falta decisión, tenemos miedo a tomar medidas que nos cambian la vida? ¿Tenemos que aprender algo de los generales de la II Guerra Mundial?

-En nuestro trabajo diario, y en nuestra vida también, tenemos que tomar decisiones de forma continua, decisiones que implican riesgos. Arriesgar y sacrificar presente por futuro da cierto vértigo. Pero lo cierto es que en muchísimas ocasiones no asumir riesgos es el mayor peligro. Cuando el general Von Paulus, por ejemplo, quedó copado en Stalingrado por los rusos, hubo un momento en el que pudo haber tomado la decisión de intentar salir del cerco (disgustando a Hitler) o quedarse en sus posiciones (sellando el destino de sus hombres). Lo más fácil era hacer lo que hizo, nada, pero también lo más peligroso.

-Hitler da miedo hasta cuando se pronuncia. ¿Incluso de él podríamos extraer alguna lección positiva para nosotros?

-Hitler pasará a la Historia como uno de los mayores asesinos, responsable de la muerte de millones de personas; pero como directivo tenía, evidentemente, algunas cualidades positivas. La primera sería el dominio de la retórica, un don que sabía adaptar a su audiencia. Era capaz de revestir sus pensamientos con fórmulas claras y remacharlas con sus interminables repeticiones («no cederé en mi derecho» o «nunca capitularé»). Generales con larga experiencia, conscientes de su valor y valientes ante el enemigo, se doblegaban ante el efecto de sus discursos y quedaban callados ante su argumentación. En segundo lugar destacaría su prodigiosa memoria para datos y cifras. Manejaba con gran soltura números y estadísticas, detalles técnicos sobre armamentos y sobre volúmenes de producción.

-¿Por qué decide tocar esta temática?

-El libro surge por la combinación de mis dos principales pasiones: la empresa y la Historia. Puesto que ambas cosas me gustan tanto, ¿por qué no buscar qué tienen en común? Empezar por el mayor conflicto de la historia de la Humanidad me pareció que era un buen comienzo.

-¿Qué conflictos le preocupan más hoy en día: las comerciales, las territoriales, las civiles?

-Cualquier situación que implique la muerte de personas es algo que, como seres humanos, nos debe producir a todos consternación y dolor. Una guerra civil es posiblemente el peor de los escenarios, por lo menos desde un punto de vista moral.

-¿Usted sabría cómo ganar una guerra?

-Lo único que sé es que con miles de años de experiencia a nuestras espaldas deberíamos ser capaces de aprender del pasado. Sólo con esto se evitarían grandes problemas tanto en el mundo de la empresa como en el de la política? Dicho esto, y como dice Winston Churchill en sus memorias, ¡que guarden silencio los que sólo son sabios a posteriori!

-¿Cuál es la batalla a la que más le preocupa tener que enfrentarse?

-El mundo de la empresa no es tan peligroso como el de la guerra, pero sí igual de complicado.