Oviedo, Raquel L. MURIAS

Hace dos años, en pleno verano, los asturianos se quedaban boquiabiertos al conocer la noticia de que dos turistas madrileños se habían encontrado con una cría de oso pardo malherida en una cuneta de Somiedo. Fue el 26 de junio de 2008. «Villarina», la pequeña osezna que fue bautizada así en recuerdo del pueblo donde apareció, Villarín, tenía entonces seis meses. Ahora, dos años después, la osezna, que campa a sus anchas por los montes de Somiedo, gordita y bien alimentada, se ha convertido en todo un hito de la conservación. Y es que «Villarina» es mucho más que una osa que ha conseguido superar las graves heridas que la dejaron tirada en aquella cuneta. Es la única osa europea que ha sido capaz de volver a su medio natural y de alimentarse por ella misma tras una larga convivencia con los humanos.

Los turistas que la encontraron, sorprendidos y viendo que la pequeña osa necesitaba cuidados, la recogieron y dieron parte a las autoridades. Desde ese momento el Principado de Asturias, el Instituto de Investigación de Recursos Cinegéticos y Santiago Borragán, del Parque de la Naturaleza de Cabárceno, se convirtieron en los verdaderos enfermeros de «Villarina». Pero el objetivo no consistía sólo en recuperar la salud del animal, había que conseguir algo que jamás se había logrado en Europa: que el animal volviese a su hábitat natural tras vivir una larga temporada en contacto con los humanos.

Al proyecto se sumaron entonces expertos en conservación y especies animales: la Fundación Oso Pardo (Fop), el Fondo para la Protección de los Animales Salvajes (Fapas), expertos de la estación biológica de Doñana y la Universidad de Oviedo. Mientras la osezna se recuperaba de los graves golpes que sufría en la cabeza y conseguía volver a mantener el equilibrio y ganar peso, los expertos se afanaban en buscar una fórmula para lograr que, una vez repuesta, «Villarina» pudiese volver a vivir en libertad en el mismo monte en el que había nacido en junio de 2008, y donde todavía le esperaban sus dos hermanos y su madre. «Villarina» era la pequeña de la gran familia. Explica Carlos Nores, doctor en Biología de la Universidad de Oviedo, que tomar la decisión de cómo devolver a «Villarina» a Somiedo no fue sencillo. «Recopilamos toda la información de otros casos similares que habían ocurrido en el mundo, cuando se consiguió que osos huérfanos lograsen volver a vivir en libertad. Pero lo cierto es que sólo había experiencias con éxito en Rusia y Alaska, donde el índice de población es mucho menor que en la cordillera Cantábrica. Aquí las zonas están muchos más pobladas, y ese era el gran temor que teníamos: que "Villarina" asociase a los humanos al alimento y optase por acercarse a los pueblos en busca de comida». Nores confiesa que «teníamos serias dudas de que el proyecto saliese bien». Para jugar con todo a favor, y una vez que «Villarina» estaba restablecida de salud se optó por soltarla justo antes del período de hibernación. «Así tendría que pasar varios meses en la cueva, estaba gordita y ese tiempo era una baza importante porque obligatoriamente estaría en su medio natural», comentan desde la Fundación Oso Pardo. Contra todo pronóstico, «Villarina» salió de la cueva, tras hibernar, y empezó a buscar frutos y bayas. No le hicieron falta los humanos, no se acordó más de ellos. Ahora, dos años después de aquella cuenta, ella es el mayor logro conservacionista de Europa.