Oviedo, Eduardo GARCÍA

El destino oftalmológico de los Fernández-Vega parece marcado a fuego en la genética familiar. Quizá por eso sorprende aquel gesto de desobediencia civil protagonizado por Luis Fernández-Vega Sanz (Oviedo, 1952), uno de los dos hijos del médico fallecido, cuando con apenas 16 años se fue a estudiar la carrera a Madrid y se matriculó en Medicina y en Económicas. La duda duró poco, pero marca bien a las claras la personalidad del sucesor natural de Fernández-Vega Diego: nada de destinos servidos a la carta, nada de caminos trillados.

«Desde que nací pensé que tenía que ser oftalmólogo porque toda la vida no oí hablar más que de eso en casa. Mi padre, mi abuelo, mi bisabuelo, todos dijeron que tenía que ser médico, y yo no me planteé otra opción, salvo cuando empecé la carrera. Entonces me dije: ¿por qué tengo que ser médico». La frase está recogida del libro «Los Fernández-Vega», de Victoria Cueto-Felgueroso -su esposa- y Sara María Gutiérrez.

Luis Fernández-Vega hijo aprendió a cazar y a pescar de la mano de su padre y su abuelo, y ejerció de ayudante infantil cuando don Luis pasaba consulta en el hospital ovetense de Cruz Roja o en los hospitalillos de Mina Solvay, en Lieres, y el Ferrocarril de El Vasco.

Luis, nombrado en 1983 jefe del Servicio de Oftalmología del Hospital Central de Asturias y hoy director médico del Instituto Oftalmológico Fernández-Vega, se había marchado muchos años antes a la capital de España, siendo un adolescente, y volvió a Oviedo con 30 años y la categoría de catedrático. Un currículo brillante plagado de matrículas de honor (incluido el premio extraordinario de doctorado), una cátedra precoz, una estancia profesional en el Moorfields Eye de Londres, una notable vocación pedagógica que desarrolló durante algún tiempo en la Facultad de Medicina de la Universidad Complutense, en Madrid, y muchas ganas de hacer algo grande en Asturias, su tierra.

Le precedía un inicio de biografía profesional espectacular. Aquel joven de ancha frente, sonrisa abierta heredada de su padre y tenaz como él solo ya había colaborado en el quirófano con el doctor Ramón Castroviejo, por entonces una referencia internacional en oftalmología.

Regresó a Oviedo para continuar una labor y un empeño familiar, pero con nombre propio, una cátedra que lo singularizaba y una personalidad profesional independiente. No era fácil en una saga que imponía, y aún lo hace, aunque sólo sea por la altura a la que está situado el listón.

Luis Fernández-Vega se casó en 1982 con Vicky Cueto-Felgueroso Botas, apenas tres años antes de que fuera nombrado máximo responsable oftalmológico en el entonces llamado Hospital General. El matrimonio tiene dos hijos, Luis y Andrés.