El Caleyu (Ribera de Arriba), Raquel L. MURIAS

Luis Pimentel llevaba desde los 16 años trabajando en la construcción. No sabe ni cuántos chalés han pasado por sus manos. Ahora tiene 32 y está en el paro desde hace año y medio. Recuerda que estaba metido en el hueco de un ascensor cuando alguien empezó a alertar de los supuestos efectos de la «burbuja inmobiliaria». «Demasiados chalés», pensó el joven de Ujo, pero casi le parecía imposible que los tentáculos de la crisis del ladrillo le fuesen a tocar a él, que siempre había trabajado a «destajo» a la sombra de aquellos tejados de postín. En la Fundación Laboral de la Construcción del Principado de Asturias, en El Caleyu (Ribera de Arriba), crece la demanda para los cursos de formación complementaria a desempleados.

La mayor parte de ellos vivió prácticamente lo mismo que Luis Pimentel. Asturias encabeza este año, junto a Cantabria y Baleares, el aumento del paro de larga duración; es decir, el de los que llevan más de un año sin empleo. Ahora toca buscar la solución. Y Pimentel está trabajando en ello, detrás le siguen otros que han querido contar sus historias a LA NUEVA ESPAÑA. Ellos explican cómo volver a construir una vida tras quedarse sin tejado.

Abel Casas tiene 55 años, es de Lugones y «casi optimista». Tras dieciséis años como oficial de primera, un día alguien llegó a la obra de la variante de Pajares con un sobre. «Nos echaron a todos». De aquella carta hace casi un año, el mismo tiempo que lleva formándose como encofrador. «Si algo tiene de bueno estar en el paro es que tienes tiempo para aprender. Mientras estás trabajando, la obra no deja tiempo a nada», concreta. Abel Casas está casado, su mujer tampoco trabaja, pero «como la hipoteca es pequeña, llegamos a fin de mes», explica. Abel no pierde la sonrisa, pero a veces le da por pensar en cuando tenía la ilusión de tener «una casina». «Yo no voy a cambiar de profesión, pienso que esto tendrá que cambiar algún día, aunque va a tardar», sentencia. Si piensa en el futuro, sólo se le viene a la cabeza «incertidumbre».

Formarse en estos cursos les ha servido a todos ellos para «despejar la mente». «Son muchas horas pensando en el sofá, y eso no hay quien lo aguante». La frase es de Francisco Carnes, ovetense, de 34 años. El brillo de los ojos de Francisco casi no se percibe, sus párpados siempre apuntan al suelo. Lleva más de un año en el paro y con poco más de cuatrocientos euros al mes no hay manera de enchufarle esperanza por mucho que él confíe en que el paso del tiempo les dé otra oportunidad. Ni siquiera vale una palmada en la espalda. «He tenido que volver a pedir ayuda a mi padre; después de doce años trabajando sin parar ni un solo día, estoy en el paro», explica Francisco. A él también le paró la burbuja. Ahora hace un curso de ferralla, pero antes se formó como encofrador. «Me llego a desesperar», remata.

La crisis en el sector ha tocado en todas las puertas, y en todas las edades. Sergio Manjón tiene 21 años, uno en el paro. Trabajaba de peón, iba tirando a base de contratos de formación desde que decidió dejar el instituto con 16 años. «No me arrepiento, no me gustaba estudiar, pero se veía que la cosa iba a explotar por algún lado. Todo era obra, aquí y allí, pero ahora se acabó y no hay nada», explica resignado, y añade: «Sí, vivo con mis padres». El joven, de Cangas de Onís, asegura que seguirá formándose hasta volver a subirse al andamio. «No voy a dedicarme a otra cosa, pero hay que aprovechar el tiempo para mejorar en el oficio», concreta.

El paro ha dejado huella en estos profesionales, que miran con recelo el futuro. «El dinero que se ha ganado en la construcción en los últimos cinco años se debería haber ganado en quince», explica Luis Pimentel. «Todos vivíamos por encima de nuestras posibilidades, eso hay que reconocerlo», aclara el madrileño de 33 años Luis Montagut, que hace tiempo que dejó de mirar con ilusión el calendario porque no sabe cuándo podrá volver a disponer de dinero para terminar la casa que está rehabilitando en Piloña. «Prefiero no pensar mucho en el mañana, me queda un año y medio de paro y espero encontrar un trabajo antes de que se me termine la prestación, pero ¿quién sabe?».

Es la misma pregunta que se hace Luis Pimentel cuando mira los ojos de su hija Daniela, que llegó para alegrarle la vida meses después de su despido. «¿Quién sabe, quién sabe?», le taladra en la mente. Si pudieran hablarle a Rodríguez Zapatero, si alguien les escuchase, sólo pedirían «un baño que alicatar, un trabajo vertical, un tabique?». Algo. Lo explica perfectamente Daniel Héctor en sus carteles de propaganda, que pega en las paredes y cristales de todos los establecimientos que se encuentra por Oviedo. «Reforma de baños, cocinas, limpieza de tejados, trabajos verticales, albañilería, reformas», ofrece este argentino de 46 años, que lleva ocho años en el ramo. «Estamos todos esperando a que nos caiga un chollo para ir tirando, pero cada vez son menos», asegura resignado.

Según los datos publicados por el Instituto Nacional de Empleo (INEM), Asturias alcanza los 76.002 parados; de esta cifra, casi 34.000 son desempleados de larga duración. Y seis de esos números son ellos.