Oviedo, Javier NEIRA

El primer contingente de voluntarios de la 250.ª Einheit spanischer Freiwilliger de la Wehrmacht -más conocida como la División Azul o Blaue Division, en alemán- salió en tren de Madrid el 13 de julio de 1941, así que pronto se cumplirán 70 años del bautismo de fuego de aquella unidad que fue a luchar contra el comunismo asiático, como se decía entonces, codo a codo con los alemanes, pero oficialmente no integrada en las huestes de Hitler. Más de 18.000 voluntarios, entre ellos muchos de ellos asturianos, que el tiempo, las heridas del tiempo o las heridas propiamente dichas -muchas mortales de necesidad-, ha reducido a un brevísimo contingente.

Entre los supervivientes, José Antonio Montero, que tiene 97 años y vive en Gijón con dos de sus hijas. Como declaró a LA NUEVA ESPAÑA, entre recuerdos muy vivos -y desde una perspectiva misericordiosa de raíz cristiana- fue todo muy precipitado; al llegar a Alemania les cambiaron los uniformes e inmediatamente fueron al duro frente del río Voljov, ya en Rusia. Después, peor aún, a los barrios periféricos de Leningrado, donde «se libró la batalla más dura de la División Azul. Había una cantidad de bajas enormes. Un infierno, nevadas terribles con temperaturas de hasta 40 grados bajo cero. Se me congeló la nariz, las pasé moradas. Un centinela que no puso bien el gorro fue a cogerse una oreja y se quedó con ella en la mano, completamente helada. Caí herido muy grave, me daban por muerto».

Montero fue recogido por los servicios sanitarios alemanes, «que tenían tanques ambulancia en primera línea, con sangre, médicos y enfermeras. Allí mismo me hicieron una transfusión; si no, la palmo en unos minutos. Está muy pálido, ponle sangre, oí decir. Me dieron dos litros. Los alemanes eran el no va más de la organización. Total, estuve seis meses en la División Azul, manejando cañones antitanque y ametralladoras. Los rusos son muy valientes y buenos combatientes. Avanzaban como hormigas pegados a sus tanques, pero, la verdad, iban borrachos como cubas. Una vez les cogimos muchas cantimploras con vodka y estuvimos no sé cuántos días bebiendo. Perdí fotografías y de todo cuando me evacuaron herido».

Según relata, «al mes, como tenía una importante mutilación con un coeficiente del 50 por ciento, con una pierna y un brazo afectados y todavía con metralla dentro, me evacuaron a España. Primero, Vitoria y después a Madrid. Me sacaron cuatro trozos de hierro y me dejaron otro cerca del corazón, en un sitio muy peligroso. Me arreglaron un brazo, me pusieron nuevo, pero con un año de convalecencia».

Como indica, se alistó en la División Azul «porque un militar sin guerra es un obrero parado, porque los alemanes nos ayudaron en la guerra, se portaron muy bien y había que corresponder, y, además, porque estaba hasta el gorro de oír que Rusia era un país donde se vivía muy bien y quería verlo. En buena hora lo dije».