Un amigo dice haberse percatado de que España había dado, al fin, su gran salto adelante en la Expo de 1992, al ver ante los pabellones colas enormes bajo un sol de justicia sin que nadie intentara colarse. Sin duda, se trataba de un espejismo. Solemos medir el desarrollo con indicadores tan groseros como el PIB, pero hay otros de tipo cualitativo más reveladores del progreso. Un modo de colarse, avanzando puestos sin merecerlo, es el dopaje en el deporte. Otro, los enchufes que la gente se busca para todo. Cualquier tipo de soborno no deja de ser un modo de adelantarse en la fila pagando al que la controla. Desde luego, no es igual ganar un gran contrato mediante el cohecho que colarse en un carril de salida de la autovía, pero son dos grados distintos en el mismo vicio, y mientras la sociedad no lo repruebe desde su tamaño más pequeño no habremos salido del subdesarrollo.