De niño en mi casa no se leía la prensa. En el Centro de Agricultores de Carreño se leía «La Voluntad de Gijón», normalmente los martes porque traía la información deportiva; se trataba de un periódico sectario para mi padre, que era del Real Oviedo. Tampoco tengo conocimientos sobre la ciencia de la comunicación, aunque sí he sido testigo directo, de niño, del poder de la prensa, y más de LA NUEVA ESPAÑA (LNE). Con motivo de una exposición de ganado en una pomarada al lado de mi casa, a finales de los cincuenta, acudió a la inauguración y posterior comida en Casa Gerardo el gobernador Labadíe Otermín. Ángeles Quirós, madre de Pedro Morán, preparó, como siempre, una excelente fabada y arroz con leche. A partir de ese día empezaron a llegar coches a Casa Gerardo. Yo pregunté qué había pasado y me dijeron que en la comida con el gobernador estaba un periodista de LNE que la había encomiado mucho. LNE había puesto mi pueblo, Casa Gerardo, en el mapa asturiano.

Desde entonces tengo un gran respeto por LNE, porque el ser en Asturias pasa por el periódico. Siempre han tratado mis trabajos y comentarios con generosidad, nunca he sentido desconsideración o críticas ad hóminem en la discrepancia, sino todo lo contrario. Además, en plena era digital, tengo fe en la letra impresa. La prensa escrita tiene larga vida, no es sólo información, el papel, en el placer de su lectura, el ser degustada la noticia con el café, comentada, es algo insustituible especialmente en nuestra Asturias.

En la vida de LNE podemos identificar dos hombres que configuran dos períodos diferenciados, no sólo por la propiedad del periódico, sino por los grados de libertad, la función que toma la prensa y, sobre todo, por los periodistas y la posición que asume LA NUEVA ESPAÑA.

El primer período está representado por Francisco Arias de Velasco, fundador y director desde 1936 a 1964. El segundo período está liderado por Francisco Javier Moll de Miguel y Arancha Sarasola, creadores de uno de los grupos multimedia más relevantes de España. El 1 de abril de 1984, LNE fue adquirida por Editorial Prensa Asturiana, hoy integrada en Editorial Prensa Ibérica, y los nuevos propietarios confían el futuro de LA NUEVA ESPAÑA a José Manuel Vaquero, quien, buen conocedor del periódico, lidera un excelente grupo de periodistas, muchos de ellos futuros directores de periódicos.

Para bien de Asturias y de los asturianos, en la subasta pública que se utilizó en los procesos de privatización de la Prensa del Movimiento no triunfó la opción incentivada desde el poder político -empresarios vinculados-, como en otras comunidades, lo que, sin duda, en la mayoría de los casos cercenó el futuro de los periódicos.

La gestión privada, profesional, abría nuevas oportunidades, nuevos retos a un joven equipo que partiendo de la independencia busca alcanzar credibilidad, y es consciente de que para ello hay que tener un periódico rentable. Cuando generas caja eres más libre, cuando vives de la subvención pierdes libertad. Eso lo sabe el poder. La independencia económico-financiera es una exigencia para la libertad de prensa y para ello necesita crear un producto aceptado, creíble, tener éxito.

Lo ocurrido después de la privatización es algo que era de esperar como acabo de comentar:

- La difusión del periódico se duplicó desde 1984 pasando de los 30.000 ejemplares vendidos a los 60.000 actuales.

- Se acentuó su hegemonía en Asturias, que aumenta cada vez más y crece en plena crisis (1,2% en 2010).

- LNE se ha consolidado como uno de los grandes periódicos de España. El octavo por el número de lectores, el décimo por ejemplares vendidos.

Y ello en Asturias, que tiene el 2,1% de la población de España. Porque sus profesionales han querido ser fedatarios públicos del día a día de Asturias, informar, opinar, sin recurrir a la prédica y al amarillismo el periódico ha alcanzado un gran éxito. Y también, claro es, porque Asturias es una comunidad con un elevado índice de lectura de prensa, con tradición competitiva de periódicos. Por ello el éxito actual exige reinventar el periódico, el continuo renacer -como el ave fénix- para sobrevivir.

LNE es la historia de un éxito, el resultado del trabajo de unos grandes periodistas que lo han hecho posible. Pero es también la historia de una identificación y de un modelo de prensa.

Somos los asturianos los que hemos decidido que la LNE sea nuestro periódico. LNE tiene tal identificación con Asturias que es innecesario que añada después del título «Diario Independiente de Asturias» ni que nos recuerde que es el único periódico asturiano que se imprime en Asturias. Todos sabemos lo que es y representa.

El periodismo es un oficio necesario para la libertad. El periodismo ha de seguir la actualidad, precisar y concretar: lo que importa es enfrentarse a la realidad pura y simple. A juzgar por las ideas de un gran periodista, Josep Pla, pienso que LNE actual es un modelo de prensa inglesa. En Inglaterra, escribe, «la prensa se contenta con llamarse eco, espejo, barómetro de la opinión. No provoca rebeliones, ni se ha jactado de derribar tronos porque no pretende dirigir la opinión, sino hacer eco de ella». Frente a esta opción se opone el modelo de la prensa francesa que habla de su misión, de su apostolado, de su sacerdocio y hasta pretende ser el cuarto poder del Estado.

Dado que conozco o leo a muchos de los periodistas actuales de LA NUEVA ESPAÑA, evito mencionar sus nombres. Pienso que son excelentes periodistas, de investigación, de opinión, columnistas que consiguen que uno diga lo que piensa, no siempre después de pensar lo que se dice, y que, incluso, son capaces de escribir lo que uno no dice, pero piensa.

El hecho para mí más relevante es que separan información de opinión. «Los hechos son sagrados; las opiniones, libres». No defienden ninguna opción de partido, están centrados en Asturias. Ello es posible porque la independencia financiera facilita la credibilidad. LNE trata de crear opinión dando información para que el lector la construya libremente; por ello, ha supuesto una pedagogía de la libertad, de la crítica, de la necesaria reflexión frente a la venta de soluciones simples, el recurso a la demagogia, al populismo, al orgullo del haber sido.

Además de ser un periódico bien hecho, amplio, LNE trata de potenciar sus vínculos con la sociedad asturiana, como el Club Prensa Asturiana, la biblioteca básica de Asturias, y con ediciones especiales para todas las Asturias. LA NUEVA ESPAÑA ha recogido valoraciones y opiniones que representan todas las opciones, pero sin duda existe una línea editorial. Por ello siento una profunda alegría al ver cómo LA NUEVA ESPAÑA no oculta la realidad, plantea una clara apuesta por la economía de mercado y la libre empresa. Lo público no es sinónimo de solidaridad, ni lo privado de egoísmo. Agradezco a LA NUEVA ESPAÑA, a sus editoriales, el que me haya ayudado a superar depresiones, desilusiones y situaciones cercanas a la búsqueda del retiro, como el gran romano Lucio Quincio Cincinato, en los predios de hojas y hierbas de mi Carreño.

Quiero terminar con dos ejemplos tomados de sus editoriales del 24 de abril y del 1 de mayo últimos. En el editorial del 24 de abril titulado «La Asturias que nos espera», tras reconocer la solidaridad española y europea con Asturias, recuerda que en la pasada época de bonanza no generamos cambios significativos en el sistema productivo, ni en la actividad emprendedora.

Yo añado tres comentarios. El primero es que se necesitan instituciones eficientes y una sociedad que acepte las consecuencias de la libertad de entrada y salida en los mercados. Los ajustes empresariales son un elemento del dinamismo. El capitalismo sin quiebras es como la religión sin el pecado, no suele funcionar; la posibilidad de perder dinero incentiva a los empresarios a tener un comportamiento responsable e innovador. Cuando se pierde de forma continuada y la empresa no desaparece es porque vive a costa de la sociedad y no es una empresa, es otra cosa.

Hace muchos años, 22 para ser exactos, escribí un artículo publicado «El síndrome del güelín» para describir la situación económica de Asturias, como la de una familia que está centrada en mantener al «güelín» -minería del carbón-, que a pesar de los fatales diagnósticos, de la metástasis, la familia seguía invirtiendo su tiempo y recursos en él. Sugería que lo llevaran a casa y la familia se dedicara a trabajar por el futuro. La realidad es que sigo leyendo en LA NUEVA ESPAÑA sobre el «güelín», después de 22 años. Mi previsión fue un fracaso, si lo mido por las páginas que LNE le dedica como si tuviera algo que decir sobre el futuro de Asturias.

Finalmente, seguimos con el tema de las infraestructuras tomando decisiones de inversión sin una previa discusión abierta, rigurosa, que obedecen a la oferta y la demanda políticas. Ya estamos tranquilos porque tenemos metrotrenes, superpuertos, AVE. Nadie se pregunta si son las mejores opciones, sobre los ingentes recursos públicos para financiarlos, los costes de oportunidad de dichas inversiones, su rentabilidad económica o social. A modo de ejemplo, en España tendremos el 44% del total de kilómetros de AVE de la UE. Los viajeros que lo utilizan son el 15% de países con menor red como Francia y Alemania, pero pedimos que la orquesta siga tocando, como en el «Titanic».

Por ello, me felicito cuando LNE escribe en su último editorial: «No ayudan las ocurrencias de los últimos años, los faraonismos proyectados con mentalidad cortoplacista sin pensar en cómo los podemos mantener».

Su editorial del 1 de mayo titulado «Otro ajuste draconiano espera tras las elecciones», me trae a la memoria lo que escribió Pla en 1933 en sus preciosas crónicas de la segunda República española: «Ahora estamos haciendo una política de país rico, a sabiendas de que España es un país muy pobre. De ahí que el gasto público sin control sea una plaga. En todo caso, la noción clásica del Estado tendrá que sustituirse por la nueva noción: el Estado considerado como un establecimiento de beneficencia formidable. La pregunta, por supuesto, continuaría siendo ¿y quién paga todo esto?».

Deseo que LNE siga recordándonos que Asturias se salva desde sí misma, con el esfuerzo de todos, sin protagonistas excepcionales, con el trabajo de muchas personas normales que defienden una cultura, unos valores, la libertad.

Por todo lo expuesto es de justicia el ingreso de LNE en la orden de la «Manzana de oro» del Centro Asturiano de Madrid.