Igual que en el cuento de Monterroso, a veces, la política se despereza, abre el ojo y comprueba que todos sus dinosaurios siguen ahí. Algunos están porque nunca se fueron; otros porque han vuelto del pasado para hacerse de nuevo un hueco en la primera línea de actualidad. Los hay herbívoros, carnívoros, en Asturias, en Madrid? algunos parecen traer hambre atrasada, pero ni un solo partido de los cuatro grandes en el Principado (PSOE, PP, Foro e IU) se escapa a la taxonomía.

Sonada, al menos en el PSOE, ha sido la reaparición de José Ángel Fernández Villa, una de las figuras clave de la reciente historia política asturiana y socialista pata negra. Tuvo lugar en la última ejecutiva regional, celebrada por la FSA el 21 de noviembre, al día siguiente del segundo descalabro electoral. El primero fue en las autonómicas y quedó sin curar por la proximidad de las generales.

Fiel a su estilo, con una vehemencia que llevó incluso a alguno de los presentes a cerrar las ventanas, Villa acusó a la dirección socialista poco menos que de haber hundido el partido. El líder minero apuntó tanto a la cúpula nacional como a la regional, encarnada en la reunión por su antaño delfín, Javier Fernández. Fue una ejecutiva de las de antes, de las de toda la tarde, sólo que sin tabaco.

El del SOMA, que en los últimos meses ha visto cómo el guerrismo (Celestino Suárez) caía de la lista al Congreso y que en el grupo parlamentario de la Junta sólo comulga en intereses mineros con el secretario del PSOE de Mieres, Balbino Dosantos, pasó factura a su «hereu». Villa habló de equivocación en la lista autonómica que, a su juicio, sólo ha contentado a las familias socialistas asturianas con un juego de equilibrios que no cambió nada. En cuanto al Congreso y al Senado, el sindicalista tildó de fallidas las candidaturas de Antonio Trevín, porque ya perdió en el Principado ante Sergio Marqués en 1995, y de Vicente Álvarez Areces, un cartel que supuestamente se había descartado en las regionales por agotado. El veterano socialista lamentó el olvido en el que han caído el carbón y la reactivación de las Cuencas, y resumió: si la derecha asturiana no hubiera roto, habría sacado 27 diputados en la Junta y cinco en el Congreso.

Javier Fernández, proveniente de la misma familia de saurios socialistas, tragó saliva. Ya se sabe, cuentan que un inexperto diputado conservador inglés coincidió en su primer día en la Cámara de los Comunes de Londres sentado junto a Winston Churchill y que, señalando la bancada de los laboristas, el joven espetó: «Qué alegría, estar aquí a su lado, con el enemigo enfrente». Churchill replicó: «No se confunda, joven; los que tiene usted enfrente son sus adversarios. Los enemigos los tiene usted aquí detrás, en su partido». Entre los dirigentes de la FSA, tras escuchar a Villa, además de saliva, hubo quien necesitó almax forte.

En Santa Teresa recelan de la actitud del SOMA, especialmente tras la buena sintonía que han mostrado algunos lugartenientes de Villa con Álvarez-Cascos. En la hemeroteca queda el rifirrafe entre José Antonio Postigo, presidente del Montepío, que acaba de denunciar una campaña anónima de acoso en internet, y Jesús Gutiérrez, «número dos» de la FSA. Fue por unos elogios del primero a la «especial sensibilidad de Cascos con la familia minera». En la sede socialista son conscientes de la amistad que une a Cascos y a Villa, y andan con la mosca detrás de la oreja. Temen que haya entendimiento.

Parece extraído de «El arte de la guerra». Villa necesita quien defienda los intereses mineros ante Madrid, mientras que Cascos, sin el anhelado grupo parlamentario en el Congreso, busca instrumentos para presionar a Mariano Rajoy. ¿La minería puede servir? No sería nuevo, con las piezas en otras casillas, ya ocurrió en época de José María Aznar y de Areces. Además, el SOMA siempre ha reivindicado su autonomía subrayando que lo primero son los intereses de los trabajadores, y a Cascos le vale casi todo porque es transversal. Lo mismo afilia a Rafael Fernández Tomás (ya de baja en Foro) que aprovecha cualquier discurso para elogiar a históricos del socialismo como Manuel Llaneza, Rafael Fernández (padre) o Emilio Barbón. ¿Sería raro otro choque entre el sindicato y el partido? Ahí quedan las lindezas que le soltó este día Nicolás Redondo a Marcelino Iglesias ante la tumba del fundador del PSOE en Madrid.

No está demostrada la relación causa-efecto, pero, por si acaso, Javier Fernández -también veterano y conocedor de que perro viejo no aprende juegos nuevos- dejó caer un aviso en el último comité regional, en Mieres. «Tendremos infiltrados, tratarán de rompernos por dentro», dijo enigmático.

En el socialismo nacional también temen fracturas internas y los diplodocus de Ferraz se han movilizado. Nombres de veteranos como Carlos Solchaga, José Luis Corcuera, Rosa Conde y Felipe González saltan a las crónicas, que cuentan cómo tratan de nuclear un frente en torno a Rubalcaba. Mientras, otros jóvenes se autodescartan: Madina, Patxi López, Óscar López o Emiliano García-Page. Dos líneas y un único objetivo: evitar que el congreso federal de febrero acabe como el rosario de la aurora. Pero, ¿por qué cerrar las ventanas tras la debacle?

La respuesta a la estrategia del PSOE está en el PP. Los socialistas -lo dijo también Javier Fernández en Mieres- trabajan con la hipótesis de que la crisis se coma a Rajoy antes pronto que tarde. Lo avalan, por ejemplo, los informes económicos que maneja la banca JP Morgan. Y si la crisis acaba con Rajoy «nosotros debemos hacer las cosas bien», recalcó Fernández, que luego, con gracia, reconoció: «Y es más posible lo primero que lo segundo». Traduciendo, es más fácil que la recesión hunda al PP que el que los socialistas eviten desollarse. Tampoco es nuevo, lo cuenta Cristina Alberdi en sus memorias políticas; González ya trabajó con esa hipótesis: que Aznar cayera pronto, en 1996, y falló.

Sostenía Giulio Andreotti: «Hay amigos íntimos, amigos, conocidos, adversarios, enemigos, enemigos mortales y? compañeros de partido». Así se entiende que Esperanza Aguirre haya tenido que aclarar que ella no prevé la sapada de Rajoy ante la crisis. «De ninguna manera». Lo aclaró porque las malas lenguas -no esas que graba un micro abierto- la situaban en una operación de rececho, junto a la vieja guardia de Aznar, para aprovechar el resbalón de Rajoy. A Berlusconi y a Papandreu no les ha servido la mayoría absoluta ante la recesión, y aquí hay quien ve a Rato como el tecnócrata tapado.

Visto cómo anda el patio, no es gratuito que Aznar, gran saurio popular, que como tal participó en el primer comité del partido tras la victoria, refrende su apoyo al gallego ante las cámaras. «Sin ninguna duda, trabajaremos juntos», subrayó hace unos días en una entrevista en la que enterró cualquier diferencia del pasado: «En el congreso de Valencia no sólo no critiqué a Rajoy sino que le voté». Ahora bien, Aznar reconoce que el gallego no lo tiene fácil: «La España que yo heredé tenía problemas económicos, pero ésta es menos sólida».

En Asturias, el 20-N ha devuelto a la vanguardia a dos figuras del PP que parecían reos del olvido. Bendecidos por el resultado de las urnas, Mercedes Fernández e Isidro Fernández Rozada cuentan ahora para casi todo. Por delante hay un congreso, probablemente en primavera, pero el camino desde la retaguardia ha tenido también sus intríngulis. Está claro que ambos poseían un perfil propicio para ir en las listas -no generaban rechazo en el casquismo-, pero en política, cuenta un veterano dirigente, «no van a buscar a nadie, hay que aparecer».

A Mercedes Fernández la habría ayudado a salir de la chistera su amiga Luisa Fernanda Rudi. Cherines y la aragonesa mantienen buena relación desde hace años, concretamente desde que la de Gijón pasó por el Congreso de los Diputados en los noventa. Ambas, casadas y sin niños, no tuvieron dificultad para congeniar. Y si la amiga es íntima de Ana Mato, secretaria de organización del partido, mejor que mejor. Rudi y Mato se conocen de su época de europarlamentarias, cuando incluso compartieron piso en Bruselas. El resto, facilitado por el perfil idóneo de Cherines, vino rodado.

En el caso de Rozada se llegó a especular que el empresario asturiano Blas Herrero, amigo de Ignacio López del Hierro, marido de María Dolores de Cospedal, habría intercedido ante la secretaria general para situarlo de candidato al Senado, pero no parece que el de Blimea, que es de los que hablan directamente con Rajoy, precise intermediarios. Aseguran que fueron Cospedal y Rajoy quienes echaron en falta a Rozada en las candidaturas enviadas desde Asturias. En seguida, Arias Cañete y Mato se encargaron de subsanar el olvido. La jugada salió bien: Rozada fue de los que más crucecitas se llevaron en la papeleta al Senado. Y Rajoy demostraba de paso que si en su día no quiso imponer a Cascos fue porque no le dio la gana.

Si hay un dinosaurio que ha viajado desde el pasado al presente, ése es Cascos, que más bien quiso parecer el meteorito que iba a acabar con toda la especie política en Asturias. «No estoy de acuerdo con lo que ha hecho Cascos. No encuentro razones para entenderlo y por ello estoy en profundo desacuerdo con las decisiones que ha tomado. Ahora bien, en lo personal no puedo criticar a alguien que conozco desde hace muchos años». Aznar, que no ha participado en las dos últimas campañas del PP en Asturias, quizás para no enfrentarse con su amigo, valoró así por primera vez, hace unos días, a micro abierto, la salida de Cascos del PP. A juicio del retroceso de Foro Asturias en la generales del pasado 20-N, en el Principado hay más asturianos que, desde mayo, opinan como el ex presidente.

¿Y junto a Cascos? Tras el líder, las figuras con más pasado y relieve en Foro son Enrique Álvarez-Sostres, Isidro Martínez Oblanca y Pelayo Roces. Oblanca, dedicado al Senado y a Gijón, fue el encargado de poner en marcha la campaña a las generales. Sostres y Roces son los hombres fuertes en la Junta. Bueno, Sostres, veterano funcionario que llegó a ser director provincial de Educación, acaba de mudarse al Congreso de los Diputados. En Foro hay quien ha aprovechado los resultados electorales del 20-N para pasarle factura, pero Sostres no está solo y tampoco falta quien interpreta que los más de noventa mil votos logrados constituyen un buen resultado y que precisamente se situó el listón muy alto, anunciando cinco diputados, para luego culpar a Sostres de la derrota. La salida del portavoz hacia Madrid ofrece a Pelayo Roces, fiel escudero de Cascos, la posibilidad de contar con alguien próximo, como Cristina Coto, al frente del grupo parlamentario. La otra opción sería Lilián Fernández, que tiene muy buena sintonía con Sostres. El problema de Coto es que su paso a la portavocía podría hacer que Foro pierda un puesto en la mesa de la Junta. ¿Tercera vía?

Acechando el posible puesto que deje libre Foro en la Mesa del Parlamento se encuentra IU. La coalición, único grupo sin representante en el órgano de la Cámara, está exultante tras la mejora electoral del 20-N, recuperación que llegó de la mano de uno de los grandes saurios comunistas: Gaspar Llamazares. No es el único. Algún dirigente se llevó un susto cuando despertó, semanas atrás, y se encontró de bruces con Gerardo Iglesias. El ex secretario general del PCE y primer coordinador de IU parecía mantener un idilio con Francisco Álvarez-Cascos. Se temió incluso que el de La Cerezal abandonara su condición de político retirado. No fue así. Todo quedó en la amistad que ya mantenían Iglesias y Cascos desde que coincidieron en el Congreso, en una medalla del Principado para el comunista y en una petición de éste para crear un museo sobre la lucha antifranquista. «Muchos de izquierda no sólo no me han ofrecido una medalla sino que han ido casi a una cruzada para quitarme la pensión de la mina», señalaría Iglesias en una entrevista en LA NUEVA ESPAÑA. Ese elogiar a Cascos junto a otras declaraciones críticas con Santiago Carrillo y Llamazares mosqueó a algunos.

Curioso que cuando todos los partidos hablan de renovación su observación evoque paleontología.