Sevilla. Así se ha llamado el último divorcio protagonizado por el secretario general de la Federación Socialista Asturiana y candidato a la Presidencia del Principado el 25-M, Javier Fernández, y el senador y ex presidente del Principado, Vicente Álvarez Areces. Un divorcio dibujado por traslación del duelo protagonizado en el congreso federal entre Alfredo Pérez Rubalcaba, ya secretario general del PSOE español, y Carme Chacón, ex ministra de Defensa y puede que aún aspirante al cetro del socialismo nacional. Allí, en Hispalis, Javier Fernández estuvo con Rubalcaba y Areces, más silencioso, con la catalana Chacón.

Quizás en parte para agradecer ese gesto: el apoyo claro de Fernández a sus opciones en Sevilla, Rubalcaba asiste hoy al comité regional de los socialistas asturianos, un cónclave que designará cabeza de lista al Principado al ingeniero mierense. Rubalcaba quiere dejar patente que Fernández cuenta con todo su apoyo, y no sólo de cara a las elecciones anticipadas convocadas por el presidente regional Francisco Álvarez-Cascos.

La buena sintonía del líder del socialismo español con la cúpula del partido en Asturias es indudable. Dejando al margen la estrecha relación que mantiene Rubalcaba con dirigentes como Antonio Trevín o su larga vinculación con Llanes, el recuento de visitas del cántabro evidencia la buena química. Rubalcaba estuvo dos veces en Asturias durante la campaña al 20-N. Más tarde, la región fue de las primeras comunidades que visitó el químico cuando inició su gira nacional para preparar el congreso federal; y, ahora, Asturias es la primera comunidad a la que llega con su recién estrenado cargo de jefe con mando en plaza en la sede de Ferraz.

Pero, la comunión entre Rubalcaba y Javier Fernández no se limita al apoyo en un congreso. La identificación de objetivos va más allá de una disyuntiva entre personas, de una alianza de intereses, para pivotar principalmente sobre los principios. Ambos defienden la misma idea de Estado y de partido. Como Rubalcaba, el facultativo de Minas es partidario, al estilo jacobino, de un modelo de Estado y de organización política indivisibles que lleven el peso en el centro, con una dirección eje que asegure la solidaridad entre territorios sin diferencias.

En Sevilla, ese modelo se enfrentaba al propugnado por Carme Chacón y el PSC: nacionalismo, autonomismo, España asimétrica y PSOE confederal. De ejemplo basta un párrafo del programa que defiende actualmente el PSC. No precisa traducción. «El federalisme és una proposta per al present i per el futur inmediat. És l'única aproximació viable per aquesta realitat complexa i indefectiblement interconnectada. És tan mateix, la méx coherent amb els valors socialistes». Estas ideas federalistas contaron con Areces como aliado en la batalla socialista del Guadalquivir. No son nuevas. El ex presidente del Principado siempre había coqueteado con el nacionalismo de Pasqual Maragall.

Este, el choque entre federalismo y centralismo, sí es una disyuntiva no banal más allá de los nombres. Javier Fernández considera que socialismo y nacionalismo son antagónicos, antitéticos. Hay diferencias de raíz: el socialismo pretende ser solidario y el nacionalismo es, casi por definición, egoísta. Además, socialismo y nacionalismo amparan distintas visiones sobre la propiedad y la idea de progreso. Tan incómodo se siente el secretario general en el traje de Chacón que cuentan que estaba decidido a volver a su plaza de funcionario si la ex ministra llega a ganar en Sevilla. «Hubiera sido un candidato muerto. Con su discurso aquí no vendemos una escoba», señala un dirigente socialista conocedor de los últimos estudios publicados por el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), informes que muestran a Asturias como una de las regiones españolas en las que menos gusta, por sus excesos, el Estado autonómico. En los últimos ochos años, la cifra de ciudadanos que manifiestan su desencanto con el modelo nacional se ha multiplicado por tres.

Con esas cifras, Fernández veía muy peligrosa, para los intereses del PSOE en Asturias, una victoria de Chacón. El secretario de la FSA no esconde su incomodidad con el nacionalismo: ha rechazado los planteamientos de Chacón y, también, ha denunciado en más de una ocasión las veleidades nacionalistas de Francisco Álvarez-Cascos. Hace poco le echaba en cara sus concesiones inadmisibles a los nacionalistas vascos y catalanes cuando era miembro del Gobierno de José María Aznar.

¿Y qué opina Rubalcaba de esos planteamientos? El líder del PSOE español y el de la FSA transitan por el mismo camino. De muestra un botón definitivo. El nuevo secretario general de los socialistas españoles ha nombrado a Fernández presidente de la comisión territorial del PSOE, base de la política autonómica del partido. Desde su nueva responsabilidad, Javier Fernández quiere aprovechar el papel protagonista que le ha dado Rubalcaba en la ejecutiva federal para tratar de recuperar el prestigio histórico que ha tenido el socialismo asturiano en el resto del país.

Cosas de la vida, las dos grandes figuras del socialismo asturiano han ido a representar su último choque a Sevilla. Uno con su coraza jacobina, el otro con su armadura federalista. El resultado deja a Areces sin opción de asaltar el poder en el PSOE regional. Pero, las diferencias entre ambos no nacieron a orillas del Guadalquivir, vienen casi desde los orígenes. Fue cuando unos eran renovadores y otros guerristas.

El primero y más sonado choque tuvo lugar poco después de las elecciones en 1999. Areces gana y decide «cargarse» a Manuel Menéndez al frente de la Caja de Ahorros de Asturias. (Curioso, un movimiento paralelo al intentado por Francisco Álvarez-Cascos el año pasado). El reto de Areces recibe una contundente contestación de la dirección del partido: el PSOE vota contra su gobierno en el Parlamento regional y corrige la decisión.

Luego llegaría el congreso federal del año 2000, donde Areces apoyó a José Bono y el guerrismo asturiano a José Luis Rodríguez Zapatero. Tras el choque de Madrid se libró la batalla regional, en la que Javier Fernández se impuso al arecista Álvaro Álvarez. En esa asamblea, hace ya casi doce años, empieza a cocerse el relevo de Areces al frente de la candidatura al Principado, otra lucha más o menos soterrada que, con los mismos protagonistas, se prolongará durante cerca de una década. Hasta que la FSA franquea el paso al gijonés en las pasadas autonómicas. Cerrando el parte de batallas, el último rifirrafe antes de Sevilla tuvo lugar cuando estalló el «caso Marea», la investigación judicial sobre una presunta trama de corrupción que llevaba a cabo contratos amañados en el Principado. Fernández pidió más aplomo y determinación a Areces en su condena a los corruptos.

Más allá de la política también hay diferencias. En lo personal, son muy distintos. Al de Mieres le gusta ir de frente y en Sevilla se mostró muy molesto con la actitud de Areces, que, en su opinión, trató de nadar y guardar la ropa. Fernández comentó a sus allegados la preocupación con la que vivió todo el proceso previo al congreso, «sorprendido por la cobardía de muchos dirigentes». Nadie quería significarse ante la igualdad de fuerzas que se presumía porque nadie quería quedar tachado de haber apoyado al candidato perdedor. Fernández y Patxi López fueron de los pocos que hablaron claro desde el primer día. Varios delegados asturianos explican que la última semana fue terrible, «con el chaconismo dándose por ganador y la mayoría de los dirigentes regionales, incluso algunos afines a Rubalcaba, escondiendo la cabeza debajo del ala para no quedar descolgados».

Fernández no entiende que no se hable claro porque no es un líder político al uso, «de los que no pueden vivir sin salir en los medios y generar sensación de poder, de los que no respiran sin la expectación de la gente», afirman quienes le conocen bien. «No necesita estar en todas las salsas, rechaza el grandonismo y la frivolidad. No le vais a ver en una inauguración con imágenes de cartón piedra», afirma un dirigente en referencia a la apertura del HUCA por parte de Areces con quirófanos reproducidos en fotografías gigantes.

Celoso de lo personal, sus cercanos aseguran que está disfrutando del triunfo en el congreso federal y que se encuentra con fuerza para comparecer en la contienda electoral asturiana de marzo. Apreciado entre sus compañeros, la mayoría ha querido que tenga las «manos libres» para diseñar la candidatura que prefiera, nada de corsés territoriales, dicen.

El líder de la FSA piensa que el PSOE puede retomar el poder en Asturias y devolver al Principado la imagen de bastión socialista en España. Argumenta, a sus allegados, que hay posibilidades, que las cosas no le han salido a Cascos como esperaba: la presidencia en minoría, la caída de los resultados en las generales, la mayoría absoluta de Mariano Rajoy en España con una Esperanza Aguirre, su principal valedora en el seno del PP, a la baja entre figuras emergentes como María Dolores de Cospedal, Soraya Sáenz de Santamaría o la misma Ana Botella. Fernández quiere que siga la racha ganadora de Sevilla, al menos hasta el 25-M. Si Javier Fernández tiene suerte igual puede ganar. Si tiene mucha, mucha suerte quizás pueda llegar a demostrar lo que dicen de él, que es un político hecho de otra pasta.