Las últimas elecciones autonómicas celebradas en Asturias arrojaron un resultado inesperado. Los partidos mayoritarios salieron derrotados a manos de otro recién creado, Foro, que lo único que pudo ofrecer a los electores fue un líder carismático, de estilo autoritario, que exhibe sin pudor su amor romántico por Asturias. En el casi centenar de elecciones de todo tipo celebradas en España en más de tres décadas de democracia ha podido observarse un fenómeno parecido sólo en contadas ocasiones y era la primera vez que algo así ocurría en nuestra región. La explicación estriba en el descontento general de los asturianos, su deseo de castigar, por motivos diferentes, al PSOE y al PP, y las ágiles y habilidosas maniobras tácticas de Álvarez-Cascos para sacar el máximo provecho de las circunstancias. Unos meses después, la actitud de los votantes, en particular la de los próximos al PP, era distinta y por eso las elecciones generales tuvieron un resultado más previsible y normal.

Los partidos políticos son organizaciones que tienden a la inercia y, por lo general, se resisten al cambio. Las innovaciones llegan cuando se ven empujados a hacerlas por causas de fuerza mayor y, aun así, el proceso suele estar cargado de tensiones. De entre esas causas, el fracaso electoral es la más frecuente. La política se ha vuelto tan fugaz como la vida misma y se hace extraño el partido que permanece inmutable después de una derrota severa en las urnas. El politólogo italiano Federico Viotti ha estudiado las dificultades y la tardanza con que el PSOE y el PP iniciaron cambios internos y externos de diverso alcance tras perder las elecciones de 1996 y 2004, respectivamente.

Los dirigentes de los principales partidos asturianos han debido pensar que presentarse de nuevo ante los electores sin haber hecho algún cambio supondría un riesgo excesivo de recibir un castigo mayor. Y han renovado parcialmente las listas. El PSOE ha rejuvenecido su candidatura con políticos de ámbito local, manteniendo intacto el mapa de poder interno y a los componentes de su núcleo dirigente en los puestos decisivos. El PP, el partido que sufrió el correctivo más duro en mayo, ha sustituido a la mayoría de sus candidatos. Es la única de las fuerzas políticas con opciones de ganar que ha decidido presentar un candidato nuevo para dirigir el Gobierno, una mujer como en la anterior ocasión, que ha sido aupada también a la dirección del partido. Foro, ganador en mayo, perdedor en noviembre, repite la composición de la lista, excepto en el caso de algunos nombres que sustituyen a otros que se caen, pero alterando el orden de presentación de la mayoría de los candidatos.

La cuestión es si las variaciones introducidas en las candidaturas, que al hacerse públicas han levantado cierta expectación, serán suficientes para que los partidos recuperen la confianza y el apoyo de los electores o si estos reclaman cambios más en profundidad. La fecha elegida para la cita electoral aconseja a las direcciones de los partidos no provocar trastornos organizativos antes de que tengan lugar las votaciones, pero la preparación de la campaña sí podría ser una buena oportunidad para que expongan cambios bien visibles en sus discursos y sus estrategias, quizá lo que más esperan ahora los asturianos.

La opinión sobre los partidos y los políticos de la región es muy crítica y el distanciamiento de los electores, creciente. Su comportamiento durante estos meses ha provocado una gran frustración. Los asturianos les reprochan tanto que tengan una relación lejana con la sociedad como un funcionamiento poco democrático. Piensan que los partidos no están a la altura de sus expectativas políticas. Por otro lado, la reacción de los partidos después de haber perdido las elecciones ha sido lenta, a remolque de la dirección nacional de cada uno y un tanto esquiva a la hora de hacerse responsables de la situación de Asturias, que se complica cada vez más.

Llegados a este punto, los asturianos esperan políticos valientes, que digan con claridad lo que piensan de cuál es la realidad de la región, propongan una agenda ordenada de los asuntos mayores de los que tendría que ocuparse el próximo Gobierno y muestren una entera disponibilidad a colaborar en la gobernabilidad de la región. Es lo que necesitan para no hundirse en el pesimismo. Porque carentes de un liderazgo fuerte y moderno, se sienten achicados por lo que ven que le pasa a Asturias, sin comprender del todo cuál es el problema, y temen que las elecciones no arreglen las cosas. Y los discursos que manejan los candidatos, hayan envejecido en los escaños de la Junta General o estén de estreno en el cartel electoral, de momento no invitan a otra cosa.