Luis, el gran Tip, repetía con frecuencia el viejo chiste del baturro tendido en la vía mientras es advertido repetidamente por el maquinista desde la locomotora del tren que se acerca: «Chufla, chufla, que como no te apartes tú?»

Tengo la impresión bien contrastada de que los asturianos despertamos ciertas simpatías en la mayor parte de nuestros compatriotas, aunque también nos consideran tercos como el baturro del chiste. Lo malo es que lo que está pasando en nuestra tierra no es gracioso. No deja de parecer un choque de trenes con humanos por medio: los asturianos.

De nuevo se cierne sobre nuestras elecciones autonómicas el amago de empate o, por lo menos, la imposibilidad real de ningún partido para gobernar con un mínimo de comodidad. ¿Acabará el partido otra vez en tablas? Durante largo tiempo he intentado que mi ínfimo granito de arena contribuya a una tregua entre los contendientes, aunque sólo sea pasajera, dada la necesidad: nada que hacer.

Francisco Álvarez-Cascos ha tenido el mérito de partir prácticamente de la nada y conseguir gobernar, pero los asturianos le han otorgado un poder que tanto él como sus contrincantes saben que es insuficiente. Javier Fernández también ha tenido el mérito de obtener más votos que Foro, partiendo de un menor conocimiento como candidato, aunque sí con un partido tradicionalmente solidificado que los asturianos conocemos bien.

Rajoy (consciente de su autoridad moral y real), el de recomponer las listas del mecano electoral del PP asturiano, situando a su cabeza a Mercedes Fernández, de gran tirón de simpatizantes en Asturias, que no quiso abandonar al PP para seguir en su nueva aventura a Cascos, a quien conoce tanto como él a ella. Parece que el Partido Comunista puede beneficiarse merecidamente de la controversia entre los dos partidos mayores, pero tampoco lo suficiente: una vez más le será fundamental la finura de sus negociaciones poselectorales. La nueva configuración del mapa político puede pasar por UPyD, al que los electores quizá le concedan un papel decisivo en el fiel de la balanza si el amago de empate se consuma. ¿Hacia qué lado se inclinaría en tal caso?: ¿Hacia su tradicional origen progresista, o hacia el actual de respeto al que más votos tenga?, y bajo qué condiciones?

Las horas están contadas: chufla, chufla, chufla, chufla? No parece que vayan a apartarse ni el tren ni los baturros. Las víctimas seríamos el conjunto de los asturianos.