El lema del circo ha sido durante décadas el más difícil todavía y ello conduce a que la anomalía política asturiana también puede explicarse en términos circenses. Un año después de que la aventura de Cascos se tradujese en un resultado favorable para sus intereses, la famosa argumentación del PPSOE, en la que Foro Asturias ha basado ante la opinión pública su razón de ser, se ha trasmutado estrambóticamente en un principio de acuerdo entre quienes utilizaron la insidia para minar a su adversario de la derecha y la propia víctima. Ésta justifica su decisión de arrimarse al verdugo con el pretexto velado de que puede ser la propia candidata popular, Mercedes Fernández, la que finalmente se convierta en presidenta del Principado gracias a los votos en la investidura del partido que hasta ahora no ha hecho más que descalificarla a ella y a la organización que representa. Increíble ¿verdad?

Por si no fuera poco asombroso para el espectador lo que está sucediendo de un tiempo a esta parte, la anomalía tiene otra vuelta de tuerca sorprendente: el preacuerdo Foro-PP o PPForo se presenta ante los asturianos sin un candidato visible, es decir, el nombre del aspirante a presidir el Principado se mantiene en secreto. Lo nunca visto. Todavía así, los populares se sienten impelidos a vender el repentino acercamiento de la derecha como la puerta que les abre la posibilidad de presidir un hipotético Gobierno en Asturias, aun habiendo quedado los terceros en votos y escaños, después del ganador, el PSOE, y del propio Cascos, que ahora les da esperanzas para ir en comandita e, incluso, de liderar ilusoriamente la derecha cuando todavía no hace un mes los acusaba de estar compinchados con el PSOE y ser la causa de los males de la región. Lagarto, lagarto...

He aquí, un año más tarde, a la derecha dividida por Cascos rumiando un acuerdo con el mismo Cascos porque, según él, le conviene a Asturias. Cualquier lector inteligente no tardará en hacerse las siguientes preguntas, en el supuesto de que no se las haya hecho ya mil veces. Si esto era para Asturias la mejor de las opciones, ¿por qué Foro y el Partido Popular no se pusieron de acuerdo para gobernar la región cuando entre los dos atesoraban el resultado histórico de veintiséis diputados y, en cambio, se apresuran a hacerlo ahora cuando el éxito de la suma del cateto y la hipotenusa depende ya de otros factores? ¿Por qué en estos momentos hay un camino de rosas donde hace un mes era de espinas y por eso hubo que convocar anticipadamente elecciones con el consiguiente gasto y la pérdida de tiempo ya conocida? ¿Por qué el lobo o, mejor dicho, el dóberman se envuelve ahora en la piel del cordero para negociar un preacuerdo de investidura haciendo como que no le importa la poltrona y sí el programa? ¿Acaso el PP y Foro no disponían del mismo programa compatible para entenderse hace un año cuando Cascos decidió dilapidar la confianza del electorado asturiano? ¿Por qué no buscaron entonces la manera de entenderse en la situación más desahogada que la derecha ha vivido en la Junta? ¿Qué ha cambiado de ayer a hoy?

No resulta difícil de explicar y, por tanto, de entender. Si el lobo adopta ahora la piel del cordero, cuando su viejo partido sabe perfectamente que el fin primero y último de Cascos es hacerse con la derecha para que, a su imagen y semejanza, represente lo más ultramontano de la sociedad, es porque en estos momentos no tiene otra salida en su estrepitosa huida hacia delante. Necesita oxígeno. ¿Pero debe el PP dárselo? Sí, únicamente si quiere hacerse daño y, a la larga, desaparecer del mapa asturiano.

Han sido los políticos como Cascos, de perfil autoritario y bronco, los que han obstaculizado los intentos del Partido Popular de equipararse a sus homólogos de la derecha liberal europea. Rajoy lo sabe. Asturias es un ejemplo de hasta dónde puede llegar la pulsión cainita. Muchos asturianos, la inmensa mayoría, tal como se demostró en las elecciones de mayo, querían una alternativa a los doce años de arecismo, pero en estos meses de gobierno de Foro los que apoyaron de buena fe la opción casquista han tenido la oportunidad de comprobar cómo en cuestiones de ineptitud todo es susceptible de empeorar. La alternativa era el PP, pero la dinamitó Cascos, del mismo modo que pulverizó también la posibilidad de que la derecha se mantuviese en el Gobierno cuando el viento le era favorable en la etapa de Marqués. Se trata de un hecho innegable e indiscutible que ha pasado a formar parte de la historia reciente de la política en Asturias.

A Cascos le queda el último tren y para su invento, Foro, no habrá otro, una vez que el veterano político se haya ido. ¿Y después qué pasará? El PP, torturado por presentar ante su electorado -el que perdió y el que todavía mantiene porque no ha querido plegarse a la propuesta de Foro- una imagen más aglutinadora de la derecha, puede estar a punto de cometer el error de encadenarse a quien pretende destruirlo en Asturias. El tren del PP pasa, sin embargo, por distinta vía: consiste en desvincularse precisamente de quienes han dirigido su deriva de perdedor todos estos años y, entre ellos, se encuentra Cascos como principal factótum. No hay que olvidarse que desde los tiempos de Alianza Popular nada ni nadie se han movido en el partido en Asturias que no estuviesen bendecidos por el ex secretario general. Él moldeó el estereotipo del fracaso y el fracaso de unos dirigentes acomodados en la oposición hay que apuntarlo en su debe. Ahora que hay un principio de acuerdo, un gesto que lo honraría por el daño causado sería el dejar el camino libre a un entendimiento sin él. Lo mismo que se han ido otros, también Cascos, con una altura de miras, podría elegir el mutis por el foro, y nunca mejor dicho.

Pero no es probable que esto suceda y si el PP, en cambio, decide, en vez de emprender la imprescindible regeneración pendiente, atarse una vez más al pasado que le ha sido tan esquivo en éxitos, sus posibilidades de constituir algún día una alternativa de derechas eficaz y moderna en Asturias se disolverán como un azucarillo en el poso amargo del casquismo. Y con ella puede que lo haga, además, el propio Partido Popular; sólo hay que fijarse en la suerte que ha corrido la marca en Navarra ante un fenómeno localista, eso sí, de más enjundia democrática y menos personalista. Lo que Cascos no destruya de un PP dispuesto a ser fagocitado se hará añicos por causa de la división interna entre quienes creen que se debe pactar y quienes se resisten a sucumbir. Ahora bien, como reza el dicho, sarna con gusto no pica.

Asistiendo al más difícil todavía del inicio, finalmente habría que preguntarse, por el bien de la normalidad institucional en Asturias, ¿cuánto tiempo tardaría en saltar por los aires un acuerdo entre Cascos y el PP debido a la intempestividad del ex general secretario y el desafío mantenido a Rajoy?