El fútbol es un juego de guerra, un simulacro. Por eso despierta tantas pasiones. La gente, para vivir (no para vegetar), necesita épica y lírica, pues se lo pide el cuerpo, ya sea el físico o el místico, y el fútbol tiene poder de convocatoria épica: llama a los viejos espíritus de las tribus. Hoy, en el Norte peninsular, en concreto en la capital de la actual Cantabria, guerreros cántabros y astures (éstos al mando de un vascón) bajo las enseñas del Racing y del Sporting librarán un dramático combate por la supervivencia. Estrabón daba cuenta, hace ya más de veinte siglos, de la presencia en la Cornisa de astures y cántabros. Desde entonces nunca han combatido entre sí, pese a ser vecinos, y ambos fundaron la Monarquía asturiana (origen principal de España). Que ahora tengan que combatir a vida o muerte es un episodio de tal intensidad épica que el país entero debería estar en vilo.