Oviedo, Pablo GALLEGO

El 18 de diciembre, dentro de poco más de un mes, Luisa María Cantero verá cómo subastan su casa. Sobre la vivienda, en la calle Magnus Blikstad de Gijón, pesa la ejecución de la hipoteca que Cantero firmó cuando su vida era tan distinta que casi le parece imposible. Embarcada en una empresa de transportes y arropada por sus padres, decidió lanzarse a comprar una casa. «Me dijeron que era una inversión segura, que el piso nunca iba a perder su valor», rememora angustiada. «Ahora», sentencia, «me queda el desahucio». La paralización de los desalojos que el Gobierno central tiene previsto presentar mañana afectaría en principio a hipotecas ya firmadas, pero no a las que están ya en proceso avanzado de ejecución, como la suya. Si nada lo remedia, esta mujer de 40 años, madre de un niño con discapacidad, perderá su vivienda. Detrás, si continúa sin poder pagar la mensualidad y su banco no afloja la presión, irá la de sus padres, de 72 y 66 años, que la avalaron. Serán, según denuncia la plataforma de afectados, «otra familia más condenada a la exclusión social».

Sólo en Asturias, ya van mil desahucios en lo que va de año, más de seis mil desde 2008, según datos del Consejo General del Poder Judicial. Luisa María Cantero cumple el perfil medio de las personas que pierden su vivienda por impagos de la hipoteca que firmaron en lo que hoy les parece otra vida. Parejas a las que la crisis económica arrebató el empleo, como a ella su empresa, haciéndoles inviable afrontar los pagos que el banco les reclama. Una sangría que ya no entiende de nacionalidades ni estratos sociales, y que ha comenzado a cobrarse vidas.

El drama de la hipotecas está íntimamente ligado a la burbuja inmobiliaria española y a la crisis financiera internacional. «En los tiempos de bonanza, y con el precio del dinero por los suelos, se concedieron hipotecas en unas condiciones insostenibles», explica Ramón Durán, catedrático del área de Derecho Civil en la Universidad de Oviedo. «Como el dinero fluyó a espuertas, se otorgaron asumiendo graves riesgos», añade. Complejas operaciones bancarias muchas veces aderezadas con productos financieros como los «swaps», ofertados como seguros -aunque no lo son-, que con el desplome del euribor se han convertido en una nueva pesadilla. También fue el caso de Luisa María Cantero.