Las obras de la variante ferroviaria de Pajares han generado un trasvase de agua de la Meseta a Asturias, según confirman geólogos que estudiaron la actuación y sus afecciones al sistema hidrológico de la zona. Y es que, según han desvelado los estudios, el 80 por ciento de los 500 litros de agua por segundo que han llegado a salir de los túneles en la embocadura lenense, debido a las filtraciones al interior de los tubos, corresponden a acuíferos y cauces fluviales adscritos la Confederación Hidrográfica del Duero. La aportación es espectacular y supone «el equivalente a un embalse al año», subrayan los expertos. Ha llegado a superar los 180 millones de litros al mes. «Parte del caudal del río Bernesga (León) se va por los túneles de Pajares hacia Asturias», asegura uno de los geólogos que conocen de primera mano la Variante. Las constructoras se vieron obligadas a ampliar en plena obra la planta de tratamiento de aguas de Los Pontones (Lena), debido a que el volumen de agua que salía de los túneles pronto se demostró mucho más importante de lo esperado en unos proyectos que no incluían estudios hidrogeológicos en profundidad.

El Administrador de Infraestructuras Ferroviarias (Adif) no encargó un análisis exhaustivo de las condiciones hidrogeológicas hasta que las tuneladoras estaban en marcha y se habían registrado los primeros incidentes por avenidas de agua. Y ello pese a que los expertos habían alertado previamente de que los acuíferos subterráneos podrían generar relevantes problemas. Los estudios de Ineco revelaron la existencia de veinte acuíferos en la zona afectada por la Variante, cuyo trazado está inclinado hacia Asturias, de forma que por cada kilómetro de avance hacia la región la altitud de la traza baja 16 metros. Por eso, el agua va descendiendo de forma natural y sale del túnel en Lena, sin necesidad de bombeos, en la embocadura de Los Pontones.

La acción de las tuneladoras provocó una depresión generalizada del nivel piezométrico (altura de la superficie del agua) en los acuíferos que cruzan los túneles, causó pérdidas en las descargas naturales de los acuíferos hacia manantiales y redujo los caudales base de ríos leoneses del entorno, que, en algunos casos, bajaron a la mitad. Localidades como Rodiezmo se quedaron sin abastecimiento durante varios meses debido a la afección de las obras en los manantiales subterráneos.

Un factor fundamental que explica el grave problema del agua en la Variante, según los geólogos consultados, es la karstificación del terreno, muy importante en algunas zonas y en algunas formaciones perforadas por los tubos. La karstificación es la responsable de varios golpes de agua registrados durante la ejecución de las obras y también del rapidísimo descenso de los niveles piezométricos que se registró al paso de los «topos» por determinadas formaciones calcáreas. Además, generó sumideros que conducen directamente el agua de algunos arroyos al interior de los tubos.

La Variante se ha excavado entre formaciones permeables (acuíferos) e impermeables (acuífugos), que se suceden y repiten a lo largo de la traza, lo que explica, según los geólogos, que las entradas al túnel se produzcan únicamente en tramos concretos y no en toda su longitud.

Todos los expertos consultados coinciden en que el asunto es grave, de difícil solución, y que, además, se agravó porque no se atajó a tiempo. El Ministerio de Fomento no encargó las obras complementarias para sellar las fugas hasta comienzos de 2011, por valor de más de 232 millones, una cantidad que da para acabar la Autovía del Cantábrico y de la de Oviedo a La Espina.

Uno de los que estudiaron con detalle la actuación apunta que el problema es el resultado de las carencias en los proyectos, las deficiencias en la ejecución de las obras, las prisas de las constructoras para terminar en plazo y las presiones políticas para evitar retrasos.

El proyecto base de la Variante no incluyó un estudio hidrogeológico válido. Después, para ganar tiempo, las obras se adjudicaron divididas en cuatro trozos, uniendo proyecto y obras. Las adjudicatarias tampoco abordaron con seriedad el problema del agua en sus proyectos y con esas carencias arrancó la actuación. Pronto se supo que las entradas de agua eran mucho mayores de lo previsto. Sin embargo, se optó por seguir adelante, pese a que la situación se volvió «inmanejable», en palabras de un geólogo. Además, un experto que siguió las obras asegura que las constructoras no sellaron de modo adecuado los huecos (trasdós) que quedan detrás de las dovelas (las piezas de hormigón que recubren el tubo), por donde entra la mayor parte del agua. Finalmente, cuando las galerías ya estaban perforadas y recubiertas, y a la vista del estudio hidrogeológico encargado, Fomento decidió contratar las obras para tratar de impedir las avenidas de agua. Ninguno de los especialistas consultados se atreve a garantizar que la inversión autorizada vaya a bastar para acabar con las filtraciones.