El lobo mata ovejas y vacas en el monte, pero tal vez no tantas. Al menos, así lo estima el Fondo para la Protección de los Animales Salvajes (FAPAS), que pondrá en marcha un nuevo programa de trabajo técnico en el campo que permitirá a los ganaderos conocer la causa de la muerte de los animales, similar al que se instauró en 1984, para medir el alcance de los ataques de oso pardo en la cabaña ganadera regional.

Por aquel entonces, el pago de daños denunciados a la administración pasó de 3,8 millones de las antiguas pesetas en 1983, a 280.000 en 1984. El presidente del FAPAS, Roberto Hartasánchez, estima que en estos momentos las muertes reales causadas por lobos y otras especies, también están "infladas".

Hartasánchez es consciente de la airada polémica que genera en el campo asturiano la problemática de las bajas ganaderas en zonas como los Picos de Europa, Somiedo o el Parque Natural de Ponga, donde los ganaderos confiesan padecer un auténtico calvario de pérdida. Hartasánchez presentará mañana el proyecto que enlaza con las tesis de la organización conservacionista, que defiende que hay un modelo ganadero donde los ataques de lobo se convierten en fuente de ingresos económicos, tanto por el cobro de indemnizaciones muy por encima del valor de mercado del animal muerto, como por la posibilidad de cobrar doblemente de la Administración y de la compañía aseguradora. Hartasánchez considera que habría que analizar en qué medida esos perjuicios son en parte condicionados, teniendo ganado de baja calidad en el monte, únicamente bajo la posibilidad de obtener renta mediante los ataques de lobo, ya que comercialmente casi no poseen interés.

"A ello, habría que añadir la cantidad de reclamaciones de ataques que en realidad corresponden a ganado muerto por otras causas, pero que globalmente ayudan a crear la falsa imagen contable del número de expedientes de daños de lobo tramitados por la Administración", indica.