La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Mucho mejor llorar todos juntos

Hay una familia y muchos amigos que ahora sienten un dolor lacerante y que tienen que aprender a sobrevivir

Tengo un nudo en el corazón, en el alma desde este fin de semana. La noticia me llegaba por este periódico, una llamada... ¿era enfermera? ¿Tenía tres hijas?... Poco a poco la espantosa realidad tomaba forma. Por mi mente miles de imágenes, la risa de Majo, las gamberradas en el cole, de las que siempre participaba con ella... mi "compi" de delante, a la que pinchaba para que hiciera lo que mejor sabía hacer: contagiarnos su risa, sus ganas de vivir... esas que derrochaba ante todo y ante todos.

Unida siempre a sus hijas, esas tres hijas que siguieron siempre como una piña junto a su madre... eran mis niñas de la Asunción. Volví a encontrarla como madre. Y he tenido a sus niñas en el colegio. Especialmente a Almu. Viví su infancia y su adolescencia. Sus ojos especiales, transparentes, llenos de paz, los tengo grabados y he soñado con ellos. Era la persona más dulce del mundo.

Pienso en María, que había conseguido su sueño de ser profe; en sus alumnos, que decían (cómo no) que era la mejor profesora del mundo... supongo que contagiaría esa sonrisa, como lo hacía toda su familia... Pienso en Lola, que tendrá que refugiarse en su reciente pequeña familia, pero que también debe saber que sigue siendo enorme, tan grande como Gijón... Pienso en todos y cada uno de ellos, en los padres y maridos, aunque no los conociera, y rezo para que puedan, sé que podrán de alguna forma, ir levantándose. Pero quizá por deformación profesional pienso en los niños... no hago otra cosa. En los niños. En los que han sobrevivido a la tragedia, en los que se quedaron en Gijón, los mayores de la familia, a los que quiero con locura y que están en la última foto de todos los niños de la familia. Esa foto en la que ya no están todos, ¿cómo sobrevivir a la pérdida de una abuela, de una madre, de hermanos, de primos, de una profe?

Me lo preguntan los que tienen niños que han perdido a sus amigos, me lo pregunto yo por los que perdieron tanto...

Es una respuesta difícil porque no hablo sólo desde el punto de vista profesional, porque hablo desde mi cariño a esa familia; porque lo único que quiero es achucharlos y transmitirles toda la energía que pueda, aunque me quede vacía, porque no puedo entender tanto dolor, porque es injusto y porque me da vergüenza sufrir por las cosas que sufro ante la inmensidad de esta tragedia. Y pienso que a los niños hay que decirles la verdad, siempre. Que deben vernos llorar porque eso es sentir, y la pena, la tristeza forma parte de la vida. Pero creo que también debemos hacer especial hincapié en todo lo bueno que nos han dejado cada uno de ellos con su vida. Recordar los buenos momentos que nos han dado la abuela, la mami, la profe, la amiga, los primos. Y despedirnos de ellos y no ocultar la tristeza.

Tendemos siempre a ocultar la pena por los niños, y lo que sucede es que ellos hacen lo mismo con nosotros, y ese llanto se enquista y hace daño, crece y se adueña de ellos, que tratan de ser fuertes para que los mayores que quedaron no sufran más. Y eso no es bueno, no es sano.

Es mucho mejor llorar todos juntos, desesperarse y despedirse, que los niños sean conscientes de que se han ido... Si los padres son creyentes, de alguna manera ese dolor puede mitigarse porque sabes que siempre tendrás a alguien allá arriba velando por ti: es la esperanza; esa fe que puede tambalearse en momentos como éste, pero que para algunos es lo que nos mantiene en pie. Y hay estrellas que brillan más porque tú crees que lo hacen para ti y que te observan desde allí arriba, y a veces puedes, cuando pasa el dolor lacerante, hasta sentir cierta paz.

Y hay ángeles... los hay. Yo lo sé, lo creo. Y ahora mismo hay seis más, allá donde estén, cuidando especialmente a todos los que quedaron, dándoles paz, quizás en el abrazo de un ser querido, en una sonrisa de alguien que te reconforta. Ellos se encargarán de haceros fuertes, de protegeros, de hacer que os sintáis orgullosos de esa familia que ha estado junto a vosotros, que era una familia querida por todo el mundo, que ha dado mucho y que yo sé que recibirá mucho.

Majo, tú eres y seguirás siendo la matriarca, no lo olvides, y ahora te toca lo más difícil... Sigue luchando por que recuperen las ganas de seguir, de vivir, por ti, sin todos los que os fuisteis... pero eres una valiente y podrás hacerlo. Hasta siempre, cielo.

Compartir el artículo

stats