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Atrapado en una tienda de los chinos

El avilesino Javier Gutiérrez fue a por un candado a un bazar oriental y quedó encerrado hora y media tras echar la llave el dependiente sin apercibirse de su presencia

Javier Gutiérrez García, mientras esperaba a ser "rescatado".

El hostelero Javier Gutiérrez García entró el pasado domingo a comprar un candado a una tienda de los chinos del centro de Avilés y en menos de los dos minutos que tardó en coger el producto y dirigirse a la caja le dejaron encerrado dentro sin posibilidad de salir de la improvisada "ratonera". El dependiente al cargo del bazar, un ciudadano oriental, no se dio cuenta al parecer de que tenía un cliente dentro del negocio y echó la persiana para ir a comer justo cuando Javier Gutiérrez buscaba el candado que había ido a comprar en una estantería situada al fondo del local. La insólita -y casi cómica- situación duró hora y media, el tiempo que pasó hasta que el "prisionero" del chino fue liberado.

"Cuando vi la puerta cerrada y la reja bajada no me lo podía creer. ¡Si no hacía ni dos minutos que había entrado a la tienda e incluso saludado al dependiente al pasar a su lado! Primero me puse a llamar al hombre en cuestión, al que conozco de ir a menudo a la tienda: 'Chang, Chang, ¿dónde estás?' Pero nadie respondió. Luego lo busqué por el local, entre las estanterías. Nada tampoco. Hasta llegué a pensar si lo habría secuestrado alguien... Yo qué sé, te ves en una situación tan absurda que la cabeza se pone a dar vueltas a tonterías", relata el hostelero, bien conocido en Avilés por su gran sentido del humor y bonhomía.

Ya con la mente más fría y una vez asumido que estaba atrapado en el comercio, Javier Gutiérrez gesticuló delante de las cámaras de seguridad con la esperanza de que alguien viera sus señales. Tampoco funcionó. Entonces pensó en hacer una llamada telefónica a la Policía para pedir auxilio. Pero el móvil lo había dejado en el coche, y éste aparcado en doble fila y con los intermitentes encendidos.

"Llegué a la conclusión de que tenía que salir por mis medios o estaría allí atrapado hasta que la tienda volviese a abrir el lunes", explica. Con ayuda de un destornillador y su habilidad como "manitas" descerrajó la puerta interior de la tienda y logró salir hasta la reja electrónica que protege el negocio de los ladrones. "Apenas pasaba gente por la calle y para mi pasmo los que pasaban no me hacían ni caso; más bien huían pensado, supongo, si estaría robando o loco. Con razón dicen que estamos deshumanizándonos, vemos a un semejante en apuros y miramos para otro lado", dice poniéndose serio en este punto.

Al final pasó por el lugar un conocido y le acercó el móvil que estaba en el coche. "No veas lo que me costó convencer al policía que me cogió la llamada de que estaba encerrado dentro de un chino. Al principio pensó que le estaba tomando el pelo, cosa que entiendo porque la verdad es que la escena era surrealista", comenta con gracejo. Una pareja de agentes acudió a la tienda y tras verificar que la llamada no era una broma inició la búsqueda del domicilio del propietario de la tienda a fin de que abriera la persiana metálica tras la que Javier Gutiérrez estaba retenido.

"Se montó un pollo de consideración: Policía, vecinos, peatones que paraban a ver qué pasaba..., y yo allí de brazos cruzados y cara de circunstancias. Hasta que finalmente llegó Chang y me liberó. El hombre se deshizo en mil disculpas y decía que no se explicaba el despiste de haber cerrado la tienda conmigo dentro", relata el hostelero.

En total pasó más de una hora y media entre la llegada de Javier Gutiérrez a la tienda a por un candado y su salida de la misma. El intrépido "prisionero" de los chinos, fiel a su buen humor habitual, no dudó en compartir su anécdota con propios y extraños, lo que le ha valido para echarse bastantes risas. Por cierto, el dueño del chino le regaló el candado cuando Javier Gutiérrez quiso pagárselo. Por las molestias.

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