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Aquel paraíso chocolatero

El Muséu del Pueblu d'Asturies revisa la potente y casi perdida industria regional del chocolate, con más de 300 fábricas

Envoltorios, carteles y álbumes de distintas marcas asturianas de chocolate.

La historia no es demasiado conocida, pero Asturias fue la cuarta productora española de chocolate, sólo por detrás de Barcelona, Valencia y Madrid. Poco, casi nada, queda de aquella pujanza. Está documentado que entre 1860 y 1960, fecha en la que se acordó una cierta liberalización de esta industria, hubo más de trescientas fábricas de este extraordinario alimento que importaron a España los grandes descubridores y conquistadores de América: de Cristóbal Colón, que a su regreso no entusiasmó demasiado a los Reyes Católicos con unas primeras semillas de cacao, a Hernán Cortés, que tuvo más éxito en la Corte española, desde donde se fue extendiendo por el resto de Europa.

Asturias fue, ciertamente, un paraíso chocolatero. Llegaron a estar en funcionamiento, sólo en Gijón, sesenta y dos industrias. Pero su fabricación estuvo muy extendida por toda la región, de Oviedo a Avilés y de Ujo, en Mieres, a Pola de Laviana. Su consumo era también muy alto. La onza de chocolate y el trozo de pan constituyó, durante muchos años, la merienda de miles de niños asturianos. Esa amplia aceptación popular (también el chocolate a la taza, con churros), espoleó una competencia entre las distintas marcas, que estimularon la creatividad gráfica, el diseño y un coleccionismo muy vivo: cromos de animales, de futbolistas o de Pinín, el personaje de Alfonso.

El Muséu del Pueblu d'Asturies prepara una exposición, que inaugurará a finales del próximo mes de junio, con la que recordará parte de esa historia. Presentará también un catálogo elaborado con la colaboración de José Ramón Fernández-Tresguerres y Claudia Prieto Rodríguez, buenos conocedores del esplendor y declinar de la industria chocolatera asturiana. El chocolate, que se obtiene por la mezcla de azúcar y dos productos derivados de la manipulación de las semillas del cacao (llegaban a los puertos astures desde Guinea y Fernando Poo), empezó a fabricarse en Asturias en el siglo XVII. Y se hizo de manera artesanal hasta mediados del XIX. La introducción de la máquina de vapor favoreció, a partir de 1853, el crecimiento de la industria del chocolate. Su decadencia es otra página oscura de la desindustrialización asturiana.

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