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Hasta que las urnas nos separen

Los encontronazos de la campaña y el reparto de poder municipal y parlamentario agrian las relaciones entre Javier Fernández y Mercedes Fernández

Hasta que las urnas nos separen

Son personas muy diferentes y encarnan visiones del mundo alejadas, pero a finales del año pasado pactaron el presupuesto regional, que había sido prorrogado un año. Y lo hicieron pese a los evidentes riesgos políticos que ambos afrontaban: la acusación de estar coaligados para defender el bipartidismo (lo que se conoce como "PPSOE") pareció de pronto tener un argumento de enorme peso, en un momento en el que Podemos intentaba asaltar los cielos del Parlamento regional.

Medio año más tarde, las relaciones entre Javier Fernández y Mercedes Fernández no pueden ser más tirantes: las recriminaciones públicas entre ambos partidos son constantes. El presidente regional la acusa de ser hija política de Cascos (lo que para el PSOE es lo peor de lo peor), y ella deja caer en la investidura alusiones a la supuesta vagancia del presidente, a su falta de compromiso con Asturias, y le disputa hasta el último momento la presidencia, pese a que la aritmética parlamentaria no la acompaña, aunque no era del todo imposible, habida cuenta de lo sucedido en Gijón, donde la fuerza local de Podemos permitió que Foro mantuviera el bastón de mando.

¿Qué ha pasado para dejar atrás aquella oposición de guante blanco, que llevaba a Mercedes Fernández a reconocer públicamente la honradez personal del presidente en pleno escándalo del "caso Villa", y a aprobarle unos presupuestos?

Desde el PP, se asegura que nada especial, más allá del normal enfrentamiento entre dos rivales políticos. Y una campaña electoral, con lo que desgasta estar todo el tiempo criticándose mutuamente ante periodistas y militantes. En el PSOE, consideran que ellos no se han movido, que quien lo ha hecho es la líder del PP, haciendo gala de poca "responsabilidad política" al "jugar" con la investidura cuando era virtualmente imposible que alcanzara la presidencia del Principado. Para el PSOE, la decisión de Mercedes Fernández de disputar la presidencia ha complicado su posición política, obligándoles a dar un giro a la izquierda, y a decantarse por ese lado de la Cámara, cuando les hubiera resultado más cómodo poder jugar a dos bandas, con pactos puntuales. El empate en la votación obligó a los socialistas a bajar a la arena de la negociación concreta, y a firmar un pacto que les compromete con IU.

Pero al juego parlamentario ya se llegó con las relaciones muy tirantes, en una legislatura además en la que el PSOE sólo puede sumar mayoría absoluta aliándose con los populares o con Podemos. El reparto de poder municipal, tras la cita electoral, supuso un duro golpe para los del PP, asestado, en muchas ocasiones, por la mano de los socialistas.

Ha sido así en lo que era la joya de la corona del PP asturiano, Oviedo, donde el PSOE se alzó con la Alcaldía de la mano de Somos (vinculado a Podemos) y de IU. La pérdida de Oviedo fue un duro trago para el PP, que Mercedes Fernández tuvo que apurar en vivo y en directo, sentada en primera línea del salón de Plenos. Perdía, por mano de un PSOE con solo cinco concejales, la Alcaldía de la capital, que mantuvieron durante más de dos décadas. A esta herida se sumaron otras dos: la de la Alcaldía de Villaviciosa, que el PSOE obtuvo tras aliarse con Foro, y la de Cangas del Narcea. En el otro extremo, está lo sucedido en Teverga, donde el PP arrebató un feudo socialista dando su voto a IU. Los populares, sin embargo, tienen a su favor otro caso en el que los socialistas llegaron a la Alcaldía por mano del PP: en Ponga, donde el PSOE empató a tres concejales con Foro. El voto del único concejal del PP fue decisivo para que alcanzaran el bastón de mando en esta Alcaldía.

Están también las relaciones personales: Javier Fernández y Mercedes Fernández no tienen una especial buena química, pero tampoco es mala. Con la número dos del presidente, la consejera de Hacienda y Sector Público, Dolores Carcedo, que fue la encargada de negociar el pacto presupuestario, Mercedes Fernández sí tiene muy buena relación. La respeta como una persona de fiar, con buen talante e incluso le tiene afecto.

Pero tras las elecciones, la cara que le presentó el PSOE a los representantes populares fue menos dulce: fue la del portavoz parlamentario Fernando Lastra, sin duda menos amable que Carcedo. Hombre bregado en debates parlamentarios, acostumbrado a rebatir los argumentos del oponente de forma contundente y airada, se crió en el parlamentarismo de las mayorías absolutas, y le resulta difícil tirar de mano izquierda.

Lastra inició la legislatura parlamentaria teniendo que lidiar a un toro nuevo, Podemos. Y de la que orquestaba la maniobra de creación de la nueva estructura de la Junta (con los objetivos de buscarse posibles aliados para el futuro, aislar en lo posible a Foro y demostrar a Podemos quién manda), va Mercedes Fernández y decide no participar en la orquesta: sin negociar con nadie, presenta a Emma Ramos a la presidencia de la Junta.

A partir de ahí, todo han sido desencuentros. El PSOE no le ve lógica alguna a lo que hace el PP, desde presentar a Ramos a la Junta hasta disputarle la presidencia a Javier Fernández, y Mercedes Fernández parece empeñada en demostrar que a ella nadie le impone una partitura. "No admite la soberbia de los que no se dan cuenta de que ya no tienen mayoría absoluta", aclaran desde su partido. En el PSOE, reprochan al PP lo que consideran que es un "doble discurso", en las reuniones parlamentarias y ante la prensa.

Hay una cita electoral dentro de pocos meses, lo que tampoco ayuda a recomponer la perspectiva del contrincante para verle como un posible aliado. Habrá que ver qué pasa después de las próximas elecciones.

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