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Tres miradas

El saludo de Torcuato y Carrillo

El exministro Martín Villa rememoró en el homenaje en Madrid al ideólogo de la Transición el histórico encuentro de los dos políticos gijoneses en 1977

El saludo de Torcuato y Carrillo IRMA COLLÍN

Cuenta Rodolfo Martín Villa, el que fuera ministro del Interior en los años de plomo, una anécdota llena de significado. Era el inicio de la transición política. Año 1977. Escenario, el Campo del Moro, en Madrid, donde el Rey Juan Carlos daba una recepción.

"Yo estaba hablando con Santiago Carrillo y de pronto se acerca Torcuato Fernández-Miranda. Me vi obligado a presentarles porque no se conocían. Ambos eran de Gijón y ambos de la misma quinta, 1915. Se dieron la mano muy cordialmente, y de pronto empezaron a hablar y hablar. Yo me di cuenta de que aquel encuentro era histórico. Soy de lágrima fácil y le confieso que me marché y los dejé solos para no seguir emocionándome".

Martín Villa, hombre del primer Gobierno de Adolfo Suárez, participó anteanoche en el homenaje que la Real Academia de Ciencias Morales, presidida por el economista asturiano Juan Velarde, rindió al ideólogo de la Transición al cumplirse el centenario de su nacimiento.

Tras la muerte de Franco, "todos sabíamos cuál era el punto de partida y el punto de destino, pero nadie conocía la hoja de ruta, salvo Torcuato Fernández-Miranda", dice Martín Villa.

Juan Velarde está convencido de que "Torcuato llevaba la transición política en la cabeza desde los años sesenta, y probablemente con él mismo como presidente del Gobierno". La realidad derivó, aunque no en lo sustancial, aquellos planes de cambio. "Nunca estuvo de acuerdo con los poderes que se daban a las autonomías y, por ejemplo, a las transferencias sobre educación. Y el tiempo demuestra que no le faltaba razón".

El acto de homenaje en la Academia de Ciencias Morales, en Madrid, contó con la presencia de familiares y amigos del político asturiano y de un público que abarrotó el salón de actos. "Fue un gran éxito", se felicita Juan Velarde. Entre los asistentes estaba Aurelio Menéndez, ministro de Educación en el primer Gobierno democrático.

"El gran objetivo de Fernández-Miranda -dice Velarde- era que en ese proceso de cambio no se cometieran los errores que dieron lugar al fracaso de la República. Estaba seguro de que llegar a un orden democrático y liberal no tenía otro camino que hacerlo a través de unas leyes que contaran con el apoyo mayoritario de los ciudadanos".

Martín Villa tiene 81 años bien llevados y recuerda su examen de ingreso en la Universidad. La Facultad de Derecho de León dependía del distrito universitario de Oviedo. Y era un tribunal asturiano el que se desplazaba a León a hacer la reválida.

"Torcuato era rector en Asturias y para León se fue. Lo recuerdo vigilando nuestro examen: una traducción de 'La guerra de las Galias', unos problemas de máximos y mínimos y una redacción sobre la política internacional en época de los Reyes Católicos".

Otro recuerdo. Consejo de Ministros en 1976. "Adolfo Suárez entró con unas cuartillas en la mano. Eran tres hojas con el texto de la ley de la Reforma Política. Y cuando nos las leyó, el texto tenía el sello inconfundible de Torcuato". El ideólogo de la Transición había aparecido inequívocamente unos meses antes en un momento cumbre de la Historia contemporánea de España: "Cuando en noviembre de 1975 el Rey Juan Carlos pronuncia su discurso de aceptación de la Corona, la verdad es que no se necesitaba ser un experto gramatical para ver la mano de Fernández-Miranda", explica Rodolfo Martín Villa.

Fernando Suárez, ministro de Trabajo en el último Gobierno de Franco y ponente que defendió en las Cortes la ley de la Reforma Política, se vanagloria de ser "de las pocas personas a las que Torcuato Fernández-Miranda reconocía el derecho a la impertinencia". Fue alumno de Torcuato en la Facultad de Derecho de Oviedo "y mi admiración por él es absoluta. Siempre le traté de usted, tuvimos nuestros momentos de tensión como cuando prefirió no enfrentarse a Carrero Blanco y dio marcha atrás, sin perder poder, en su defensa de las asociaciones políticas. Yo quería avanzar más y más deprisa, pero él sabía lo que hacía".

Otro acierto de Fernández-Miranda a juicio de Fernando Suárez: "Siempre tuvo claro que era más importante la labor en las Cortes", la auténtica cocina de la transición política. Se opuso tajantemente al término "nacionalidades" en la Constitución "y en la lista de senadores que votaron la Carta Magna no está Torcuato". Paradojas de la Historia.

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