Como jefe de la Demarcación de Carreteras de Asturias, Ramón San Martín atravesó gobiernos socialistas y populares dicen que pertrechado de criterio técnico para sujetar los intereses de los políticos. Antiguos colaboradores del ingeniero de caminos, responsable del departamento en los 15 años cruciales que fueron de 1985 a 2000, fallecido el jueves a los 83 años, hacen sobresaliente cierta capacidad suya para preservar su terreno y desarrollar su labor "con la independencia que necesita un funcionario para trabajar por aquello en lo que cree".

Manuel Ponga, que fue delegado del Gobierno en Asturias en ocho de los quince años de San Martín como jefe de Carreteras, decía eso ayer para glosar a una persona "atenta y cordial" y al "gran colaborador" junto al que inauguró, entre otras muchas obras, cuatro tramos de la Autovía del Cantábrico, cuya vertiente oriental recibió un gran impulso durante su mandato. De su gestión quedan también los quebraderos de cabeza para llegar a hacer pasar la A-66 por los túneles del Padrún, la Variante de Avilés o el inicio de la duplicación de calzada entre Oviedo y La Espina, una obra sobre la que sin embargo San Martín no escondió al final de su carrera -se jubiló en julio de 2003- que no consideraba justificada por el volumen de tráfico que soportaba el itinerario.

El antiguo responsable de la gestión de las carreteras asturianas fue despedido ayer en la iglesia de su Trubia natal dejando atrás una trayectoria de cuarenta años en distintos puestos del departamento, quince de ellos como máximo responsable, y una imagen, al decir de Ponga, de "profesional querido por los compañeros, lo cual tiene su gran importancia, porque en Carreteras hay de todo". Era, y aquí emerge cierta unanimidad en el retrato que pintan viejos compañeros de viaje, "muy convincente". "Aparte de la mala fama que tenemos, lo ideal para los políticos es poder tener una relación fluida con la gente que tiene los conocimientos técnicos sin invadir terrenos ajenos y eso él lo entendió perfectamente. Tenía un equipo de trabajo que dominaba de manera estupenda esas cuestiones técnicas, hizo mucho por Asturias, su muerte supone una gran pérdida", señala Ponga.

En la versión de Humberto Viña, que fue director del Ministerio de Obras Públicas en Asturias mientras Ramón San Martín ejercía como jefe en la Demarcación, era un ingeniero "muy minucioso" y una "bellísima persona" a la que esta virtud podía llevarle incluso a "ser inoperante". Porque "le costaba tomar decisiones por la posibilidad de que pudieran herir a alguien". Junto al valor de sus conocimientos y a la autoridad científica que tenía como especialista en estabilidad de suelos y materiales que anteayer le reconocía el ingeniero Ignacio García-Arango -uno de sus sucesores al frente de la Demarcación de Carreteras-, Viña añade este carácter de "persona no beligerante que tampoco creaba problemas a sus superiores, que trataba de aislarse de los avatares políticos y de hacer una gestión tal vez no muy llamativa, pero también lo menos condicionada posible".

Adolfo Pisa, que antes de fundador de la constructora Ceyd fue funcionario a las órdenes de San Martín, evoca con nostalgia aquella época expansiva del arranque de "las primeras grandes obras públicas que se hicieron en Asturias". Era un momento distinto a éste, afirma el empresario, de "mucha seriedad, honestidad y moralidad" en el que el Ramón San Martín ejercía de "persona realmente buena" y de jefe "efectivo", resolutivo y austero. "Se pensaba mucho las cosas", rememora Pisa. "Yo fui quien le montó el despacho y recuerdo que todo le parecía caro...".