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Arquitectura personal (y 2) | GONZALO MOURE TRÉNOR | Escritor

"El comisario 'Billy el Niño' y 'El Gitano' me torturaron durante trece días"

"Un policía social me subía a la hora de comer a un despacho, forraba la porra con periódicos y me pegaba en el culo hasta correrse"

Gonzalo Moure, en el jardín de su casa de Figueras (Castropol). LUISMA MURIAS

Gonzalo Moure (Valencia, 1951) es un escritor que atesora los premios más importantes de la literatura infantil y juvenil española. Relacionado con Asturias por parte de madre, veraneante de Figueras (Castropol), donde pasó lo más feliz de su infancia, quiso escribir desde niño, pero la vida que eligió no le dejó hacerlo hasta después de los 40. Hijo de familia franquista y con trazas aristocráticas, fue un rebelde que militó en el Partido Comunista en la Universidad.

-Le detuvieron por comunista en diciembre de 1971, durante el estado de excepción del proceso de Burgos.

-Escapé de Madrid a casa de mis padre, en Valencia, dos semanas antes de las vacaciones. Me afeité y esa tarde fueron a buscarme dos sociales. Mi padre era militar y estuvimos sentados en la sala mientras él se resistía a entregarme. "No se preocupe, no le va a pasar nada". Me sacaron esposado, me llevaron a Madrid en tren, sin cordones en las botas, y de Atocha a Sol me subieron en un 1.500 gris.

-¿Y en la Dirección General de Seguridad?

-Me estaban esperando el comisario "Billy el Niño" (Antonio González Pacheco) y "El Gitano" (Conrado Delso). Nunca me habían detenido y me atribuían todo. Era militante de base, pero pensaban que estaba en el comité universitario y querían que delatara. No reconocí ni ser del PC.

-¿Cuánto miedo tenía?

-Muchísimo. Esperaba que me sacaran mi padre y un tío mío que estaba en el Tribunal Supremo. Mi padre vino a visitarme. En cuanto se fue me dieron una paliza tremenda.

-¿Sabía qué podía pasarle?

-No, el estado de excepción no limitaba el plazo de detención. Estuve trece días, del 11 al 24 de diciembre, con interrogatorios constantes. Mi compañero de celda era un chico extraordinario, Silvio Luzbel, batería de "Smash", detenido por marihuana, y me consolaba cuando volvía ensangrentado.

-¿Su peor momento?

-"Billy el Niño" me decía que él había tirado a Ruano por la ventana y amenazaba con hacerme lo mismo. Pensé en suicidarme. Una cosa que me hizo creer en la especie fue que una de las veces que peor bajaba, un policía nacional entró conmigo en la celda, abrió un triángulo de leche que llevaba, me dio a beber y me dijo "llora, chaval". Estuve abrazado a aquel policía joven durante 30 minutos. No sé si contar...

-Cuente.

-Un social me subía a la hora de comer, me metía en un despacho y, sin preguntarme nada, envolvía la porra en periódicos y me pegaba en el culo hasta correrse. Le vi la corrida en el pantalón. Recuerdo su cara. Nunca volví a verlo.

-¿Cómo salió de allí?

-Entrando en la cárcel. Lo que tuvo de malo Sol, lo tuvo de bueno Carabanchel, donde pasé tres meses de uno de los inviernos más crudos que recuerda España, en celdas sin cristales. Dormíamos con toda la ropa puesta. El váter no tenía agua corriente y teníamos que cagar los cuatro para tirar un cubo de agua. Encontré muy buena gente, solidaridad, compañerismo, seguridad, la fuerza del grupo. Conocí a Marcelino Camacho, a Horacio Fernández Inguanzo y a Lobato, que estaban por juicios. Fui compañero de galería de Joseba Elosegi, que se tiró ardiendo encima de Franco en Anoeta, y estuve con los "polimilis" la noche que Franco indultó a los del juicio de Burgos.

-Lo más granado de la oposición.

-Manuela Carmena y el despacho de abogados de Atocha hicieron de mi caso causa internacional de torturas porque salí con pérdida de equilibrio y me quedó un tinnitus, un zumbido, permanente. Durante años tuve una sensación en la que la realidad se desplaza, como en "Matrix". Tuve pesadillas durante muchos años. Soñaba que me detenían.

-¿Y que le torturaban?

-No. El dolor no se evoca; el miedo, sí.

-¿Cómo se sintió al salir?

-Fortalecido y hecho un hombre. Tenía 19 años. Esa primavera conocí a Tina y nos enamoramos. Ella era de los fundadores de la primera FM de Radio Popular, con Carlos Tena, Julián Ruiz, Julito Ruiz.

-¿La carrera?

-La dejé en segundo curso, en parte por la Policía. Hubo un homenaje a Picasso que daba Moreno Galván, entró la Policía, le detuvo, me rompieron un brazo, fui al hospital y denuncié a la Policía. "Billy el Niño" montó un juicio falso alegando que yo le había pegado a él. Me hubiera encantado. Tina y yo pasamos meses escondidos en casas de Madrid. Me pillaron en la Facultad.

-¿Cómo fue?

-Empezó a macizarse de coches de Policía a mi alrededor y me llevaron. Fueron setenta y dos horas terribles porque estaban empeñados en que yo tenía armas. Yo no daba la dirección de mi domicilio porque Tina estaba en casa. Aguanté a doce tíos pegándome hostias durante cuarenta y ocho horas antes de dar la dirección. Tina estaba en casa, pero no la detuvieron. Se llevaron todo. Tina se fue a Valencia a trabajar de gerente en una galería de arte. Yo pasé tres meses de cárcel con Willy Meyer de compañero de celda.

-¿Y al salir?

-Hice la mili en la Mecanizada de Valencia, armando y desarmando un puente de hierros cruzados. Éramos doce represaliados, yo el político, y teníamos que mover piezas de 300 kilos entre seis. Salía por la noche. Cuando acabé, cambió mi vida. Tina y yo fuimos a ofrecer un programa de música a Radio Popular. Nos dieron media hora a la semana.

-¿Seguía en el PC?

-Fui responsable político de la célula de intelectuales de Valencia, en la que estaban el equipo Crónica, Emili Teixidor, Carmen Calvo... Se preveía el final de la dictadura. Entramos en plantilla en la radio en 1977 e hicimos informativos y programas de música hasta 1986. Retransmití partidos de fútbol de Kempes, Schuster y Maradona. Fue un tiempo de militancia cultural por la belleza y la verdad. Organizamos recitales. "La trobada dels pobles", juntó a "Quilapayún", "Inti-Illimani", José Afonso, Raimon y Ovidi Montllor, en Valencia.

-¿Siguió en el PC?

-Nos expulsaron en 1977. Carrillo quería que los intelectuales fuéramos a las células de barrio. Ofrecí la doble militancia -barrio y célula intelectual-, pero no aceptaron. Fue un disgusto, pero el compromiso había sido echar a la Policía de las facultades y en 7 años la habíamos echado.

-¿Cuándo se casaron?

-En 1979, por lo civil, al morir mi padre y presionados por mi madre. Fuimos a vivir a una casa en la playa que había hecho mi padre y que compré a mis hermanos. Ahí empezó la dulzura de la vida. Volvimos a escribir, sobre todo yo. Fuimos buenos periodistas, ganamos buenos sueldos, nos gustaba el trabajo. En 1986 llegaron a ofrecerme "Las mañanas de RNE", con Tina de productora. Lo hizo Constantino Romero.

-¿Y Asturias?

-Volvimos a partir de 1977 en verano y nos quedábamos alguna vez fuera de temporada.

-¿Cómo llegaron a quedarse a vivir en Figueras?

-Radio Popular tenía una licencia en Ribadeo, opté a la dirección y gestión y nos ofrecieron que la compráramos. Tina hizo una negociación muy buena y nos pagaron mucho para que nos la quedáramos. Vinimos en 1986. Teníamos esta casa desde 1982, una ruina preciosa, comprada con una finca al lado del mar donde queríamos construir. Llegó la ley de Costas y se acabó. En la radio ganamos muchísimo dinero, con mucho trabajo y haciendo periodismo de caleya. En 1989 llegó la época de la corrupción del PSOE a estropearnos el paisaje, ya no veías la playa sin ver el plan para hacer un puerto. Nos dijimos "vamos a escribir". El sitio es perfecto, me gusta la bruma, amo esta luz y el aislamiento es relativo porque conservamos amistades y hay años en que recorrí 60.000 kilómetros en 200 días de charlas por colegios e instituto.

-¿Cuándo supo que podría vivir para escribir?

-Acabé una novela, la presenté al premio "Elena Fortún" y no gané. Al recuperar el manuscrito, el editor me propuso publicarla. "Geranium", de ciencia ficción. Con la segunda, "¡A la mierda la bicicleta!", gané un premio y vi el horizonte despejado.

-¿Qué tal siente que le trató la vida hasta ahora?

-Bien. Echo un poco en falta no haber tenido hijos. Tina, menos. Pero sin agobiar. No tener hijos tiene grandes bondades y al final no das la lata a nadie cuando llegas a viejo.

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