Fernando Rubiera Morollón, profesor de Economía Aplicada, dirige el Laboratorio de Análisis Económico Regional (Regiolab) de la Universidad de Oviedo, organismo que ha impulsado el estudio sobre la creciente implantación en España del modelo americano de crecimiento urbano disperso. En esta entrevista analiza la situación en el eje metropolitano de Asturias.

-¿Es el área central un espacio vulnerable a la dispersión?

-En este estudio constatamos que un elevado peso de la industria, con una concentración de los puestos de trabajo en polígonos situados fuera de las ciudades, y una estructura policéntrica son los dos principales motores para la dispersión urbana. El centro de Asturias, un área metropolitana con tres polos en la que la industria sigue siendo muy importante, presenta una evidente tendencia a la dispersión. Antes se creía que esto tenía mucho que ver con la presencia de agua o con que los terrenos fuesen llanos, pero queda demostrado que el peso de esos factores es relativo, que tienen mucha más relevancia los político-económicos.

-¿Son preocupantes los actuales niveles de dispersión?

-Están entre los más altos de España. Tenemos la mayor dispersión de las concentraciones urbanas más pobladas si se considera al centro de la región como una sola ciudad, aunque policéntrica. También salen unos índices muy altos en el corredor gallego que va de Vigo a La Coruña pasando por Santiago, o en el que se forma en el eje Cáceres-Badajoz.

-¿Qué consecuencias tiene?

-Muchas e importantes. Desde el punto de vista medioambiental, se da una depredación del suelo mucho mayor, dado que las viviendas unifamiliares que se construyen fuera de las ciudades consumen mucha tierra. Si toda la población del área central decidiese vivir así, ocuparía toda Asturias. Si solo fuese el 25%, acapararía todo el espacio de esa misma área metropolitana. Además, en los territorios muy dispersos se dispara el uso del vehículo privado, mientras el transporte público se vuelve caro e ineficiente, lo que provoca problemas de contaminación. Esto ya lo estamos viendo aquí, con los grandes atascos que se forman en la "Y" y con los recientes casos de polución. Cuando el fenómeno de dispersión avanza se produce una enorme segregación entre barrios. Las ciudades que conocemos, aunque tienen zonas más ricas y más pobres, no llegan al nivel de segmentación que se da en realidades más dispersas, en las que se pierde el modelo tradicional de ciudad europea. Si a eso se le une una gran variedad religiosa o étnica, el cóctel puede resultar explosivo.

-¿Es importante organizar de una vez el área central para luchar contra este fenómeno?

-Fundamental. Para que el crecimiento disperso no se convierta en un grave problema hay que adelantarse y crear un mecanismo para coordinar los municipios del área. El problema más que en los polos principales está en los intermedios, que, para atraer población, relajan mucho sus políticas urbanísticas y de ordenación. Coordinar el área central es clave para un equilibrio global y un modelo de ciudad conjunto. También es recomendable aplicar una política de suelo más restrictiva, a la vista de que una vivienda familiar fuera de la ciudad es más barata que un piso urbano.