Cuentan las crónicas que hecho prisionero en Covadonga el arzobispo don Opas no permitió el noble Pelayo que le pusieran encima manos violentas ni que le profirieran palabras injuriosas por el respeto que, a pesar de su comportamiento, se le debía como sacerdote consagrado y ministro de Jesucristo. No se comportó así el hermano mayor de la Hermandad de Jesús Cautivo de Oviedo, que arremetió con saña contra un benemérito sacerdote extendiendo sus graves injurias contra todos los sacerdotes que no coinciden con su ideología política y religiosa.

La Iglesia, ¡gracias a Dios!, es un espacio abierto en el que se puede disentir sin faltar a la caridad. Por eso no es una secta. Yo no coincido con Faustino en lo que se refiere a imágenes y procesiones. Pienso que sus afirmaciones no son correctas ni se sostienen argumentalmente, pero estoy seguro que no fue su intención herir la sensibilidad religiosa, sino alertar ante el peligro real de convertir las procesiones de Semana Santa en un atractivo turístico y en sus derivaciones económicas y seudorreligiosas.

Encarnar la fe en la cultura popular de Asturias nada tiene que ver con imitar el folclore religioso andalucista.

En nuestras aldeas, villas y ciudades asturianas no se llevan las imágenes de la pasión bajo doseletes de brocado, ni se jalean sus pasos, ni se cantan saetas, ni se aplauden faenas, ni se utiliza una jerga que nos es ajena, ni se excede exhibiendo una costosa parafernalia.

Nuestras procesiones son participativas, sobrias, devotas, silenciosas y penitenciales. Los fieles acompañan las imágenes que nos recuerdan la Pasión del Señor, después de haber asistido a las celebraciones litúrgicas que rememoran en los templos con una rica simbología los misterios de la Pascua con la que fuimos redimidos.