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OIHANE RUIZ | Arquitecta bilbaína, experta en feminismo, participa hoy en una charla en Oviedo

"Los campus tienden a salir de la ciudad reduciendo la vida universitaria en ellos"

"Hemos crecido en urbes con calles masculinas lanzando un mensaje erróneo: sólo los hombres pueden hacer cosas importantes"

Oihane Ruiz Menéndez.

Hospitales, colegios, campus universitarios, oficinas... Todos estos equipamientos tienden a crecer y a concentrarse en las afueras de las ciudades sin importar la calidad de vida de las personas. Ese es el mensaje que lanza la arquitecta Oihane Ruiz Menéndez (Bilbao, 1974), que hoy participará en la capital asturiana en una charla sobre urbanismo y feminismo, organizada por Somos Oviedo. Ruiz insiste en que las urbes están construidas desde una visión productiva en vez de reproductiva. En este sentido, urge en llevar la igualdad a las calles. "La mayoría tienen nombres de hombres y así lanzamos el mensaje erróneo de que las mujeres no hicieron nada importante en el pasado", defiende.

-¿El diseño de una ciudad influye en la desigualdad de género?

-Más bien al contrario: la mochila de roles que llevamos colgada a la espalda nos hace ver la ciudad de una forma u otra. Lo que está claro es que existe un contexto histórico de desigualdad que ha llevado a los hombres a construir las urbes desde una visión más productiva que reproductiva.

-¿Qué ejemplos demuestran la existencia de esta visión?

-Los equipamientos deportivos o educativos. Cada vez tendemos a hacer megaconstrucciones. Lo mismo que en el ámbito sanitario, levantamos grandes hospitales a las afueras de las ciudades sin tener en cuenta que eso multiplica la necesidad de cuidado y de dependencia de las personas mayores. Otro claro ejemplo son los campus universitarios, que siempre se tienden a sacar de las localidades, vaciándolas de contenido y reduciendo la vida de los estudiantes a un "van y vuelven". Sería mucho más sencillo que los alumnos pudiesen ir a comer a casa. Pero estas cuestiones básicas no se tienen en cuenta.

-¿Cómo sería la ciudad ideal para las mujeres?

-Sería una construida en clave inclusiva. Y esto requiere introducir más ingredientes en el puchero de las necesidades urbanas. No hay que simplificar la receta; la lógica de la ciudad es muy simple y la de la vida es muy compleja. Hay que consultar a los comerciantes, a los estudiantes, a los vecinos, a las personas mayores... a la hora de diseñar un plan urbanístico.

-Pero esa participación ciudadana no siempre se produce.

-Yo creo que en muchos sitios se está convirtiendo en una necesidad. Al menos en el País Vasco cada vez se hacen más procesos de este tipo. Y no hablamos sólo de partidos de la izquierda, de todos los colores.

-En la desigualdad urbanística, ¿intervienen los nombres de calles y plazas?

-Por supuesto, y este es un tema en el que estamos insistiendo mucho. Hemos crecido en ciudades con calles masculinas lanzando inconscientemente un mensaje erróneo: sólo los hombres pueden hacer cosas importantes. Ahora que la sociedad parece haber asumido la igualdad es urgente corregir esa imagen desigual que tenemos de la memoria histórica. ¿Por qué es más importante el médico que la matrona? Tenemos que reconocer que las mujeres fueron importantes en el pasado, pese haber ocupado posiciones menos reconocidas.

-Ahora están estudiando las relaciones de poder en los patios escolares.

-Sí, hemos comprobado que son espacios duros, en los que la centralidad la representa un campo de fútbol. De esta forma, quienes juegan con el balón son los que tienen el poder en el recreo, mientras quienes no lo utilizan quedan en los márgenes, en una situación de sufrimiento. Y esto es un problema en el que hay que trabajar desde un punto de vista estructural y también psicológico, difundiendo otro tipo de juegos.

-Asturias es una de las regiones más envejecidas de España, ¿cómo se podría tratar esta situación desde el punto de vista urbanístico?

-El envejecimiento de la población es una realidad y hay que empezar a abrir diálogos con las personas mayores. Hay que conocer cómo las comunidades se vertebraban antes y analizar qué cosas han evolucionado para bien y para mal.

-¿El progreso ha mermado nuestra calidad de vida?

-A nivel de salud, sí. A nivel de comunidad, creo que estamos en un momento de forjar nuevos pactos. Hace 50 años, nuestros padres y abuelos construyeron un proyecto social, que ahora no tenemos. Es necesario revisar el modelo de relaciones. No se trata de crear centros de consumo, sino de comunidad. Las relaciones no se pueden basar sólo en el consumo; hay que fomentar el encuentro en las calles.

-¿También en la zona rural asturiana, que camina hacia un desierto demográfico?

-En los últimos años, las zonas rurales han quedado reducidas a los jardines de las urbes, olvidándonos de toda la vida que hubo en ellas. Los pueblos no pueden ser sólo paisaje, también deben ser producción. Porque entonces en Asturias pasará como en el País Vasco, donde el 98% de lo que comemos viene de fuera. Eso hace que los territorios que rodean a las ciudades se conviertan en tierras de paso. Hay que encontrar un equilibrio.

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